Desde siempre el ser humano ha utilizado sustancias naturales o sintéticas para alterar su estado de conciencia. Ha hecho esto para evadir el dolor físico o moral, para percibir la realidad diferentemente o para salir de la rutina y divertirse.
En la antigüedad se consumía una droga llamada Tetrafarmacon que estaba hecha a base de grasa de chancho y resina de pino. Se dice que el emperador Adriano solía consumirla y que ordenó la construcción de una pared bajo su influencia. En aquel entonces -al igual que ahora- los consumidores de droga buscaban lo que Epicuro llamó Ataraxia, un estado feliz de liviandad y despreocupación.
Si el consumo de drogas ha sido y es una necesidad consustancial del hombre lo lógico no es castigar ni prohibir esa actividad sino, más bien, regularla para minimizar los daños sociales y sanitarios que provoca. Esta es una idea que está tomando cuerpo en el mundo occidental y el reciente encuentro de la OEA, donde se habló sobre la legalización de los estupefacientes, es apenas un eco de aquello.
La despenalización de la marihuana es el primer hito en ese proceso: 17 estados de la Unión Americana han aprobado su consumo para fines medicinales y dos estados más -Colorado y Washington- quieren otorgarle el mismo estatus que el alcohol. (Además de bourbon, los vaqueros podrán pedir una pipa con Cannabis a su cantinero…).
¿Significa esto que las sociedades se precipitarán por un abismo de descomposición moral? Ethan Nadelmann, un abogado de Harvard que ha dedicado su vida a promover la legalización de las drogas, asegura que despenalizar la producción y consumo de Cannabis traería más beneficios que daños.
Para empezar, los fumadores de marihuana no serían tratados como criminales, sino que tendrían información sobre los efectos positivos y negativos de consumir aquella substancia. Al ser una actividad legal, los Estados podrán levantar cantidades significativas de dinero por concepto de impuestos, recursos que financiarían, entre otras cosas, programas de rehabilitación para adictos.
Los ingresos de los carteles de la droga disminuirían considerablemente -dice Nadelmann- y, con ellos, su capacidad para comprar jueces y policías. Legalizar la marihuana permitiría, además, mantener a las personas lejos de drogas más duras como la cocaína o la heroína.
No obstante, la despenalización de las drogas siempre creará un riesgo adicional para quienes -por su naturaleza o por su carácter- no sean capaces de consumir aquellas substancias moderadamente.
Para evitar esa posible adicción Epicuro inventó su propio Tetrafarmacon que consistió en vivir la vida según cuatro preceptos: no temas a Dios; no temas a la muerte; lo bueno se consigue rápido; lo malo es insufrible.