Desde el punto de vista probabilístico, un “cisne negro” es un evento inusual y, por tanto, inesperado; algo que produce efectos devastadores porque no estábamos preparados para enfrentarlo ya que, en el mejor de los casos, solo pudimos imaginar que le ocurriría a otro, pero jamás a nosotros.
Un terremoto es, por ejemplo, un “cisne negro”.
Nassim Nicholas Taleb popularizó este término en dos libros que le hicieron famoso y más rico. Desde la época del poeta Juvenal se asumía que todos los cisnes eran blancos. Bastó la aparición de uno solo de ellos con plumas negras –ocurrió durante la colonización de Australia– para que una verdad que parecía incuestionable se derrumbase como castillo de naipes, explica Taleb.
Esta anécdota le sirve para explicar su tesis central: que es difícil entender eso que llamamos “realidad” y que es imposible predecir “cisnes negros” porque nuestra cabeza y la estadística están diseñados para registrar patrones o regularidades, no eventos raros.
Lastimosamente para nosotros, los fenómenos inesperados –los “cisnes negros”– son los que conducen el destino de la historia.
Son responsables de los grandes desastres y los grandes progresos de la humanidad, explica este matemático y ‘trader’ de bonos y monedas.Esto significa que la incertidumbre es el estado natural en el que vivimos los seres humanos y –nos guste o no– debemos acostumbrarnos a vivir así. Por tanto, asumir que todo puede ir mal en cualquier momento no es ser pesimista. Es actuar estratégicamente, concluye Taleb.
El terremoto de abril es el último “cisne negro” que ha vivido el Ecuador. Antes de ese tuvimos otro: el desplome inesperado del precio del crudo. El ave supuestamente inexistente de Juvenal nos ha sorprendido dos veces con la guardia baja.
Tal vez nuestra condición de país pequeño e históricamente aislado del mundo explique, por lo menos en parte, esa disposición a creer que solo hay cisnes blancos en el Ecuador.
Esa alergia tan característica que tenemos los ecuatorianos a cuestionar verdades que parecen evidentes es, seguramente, una de las razones por las que no podemos salir de la pobreza ni del retraso.
El “cisne negro” que supuso el terremoto de Manabí y Esmeraldas también debería ser una oportunidad para intentar pensar de forma diferente. Me refiero a aprender a lidiar con la incertidumbre y los escenarios cambiantes; a ser mentalmente más flexibles y creativos; a no responder siempre con las mismas propuestas y el mismo discurso.
Cuando ocurren tragedias, el ser humano suele buscar refugio en ideas tradicionales. Es una forma de explicarse un fenómeno.
Para no caer en ese cepo mental, tal vez lo mejor sea empezar aceptando que la incertidumbre y lo inexplicable forman parte de la vida.