La ‘tensa calma’

El lenguaje periodístico, sobre todo el que utilizan las agencias internacionales de noticias, tiene una muletilla para describir una situación aparentemente normal que, en el fondo, esconde graves dificultades. Me refiero a eso que se ha dado en llamar una “tensa calma”.

La sociedad ecuatoriana vive, precisamente, en medio de una calma tensa. Se trata de un ambiente donde la rutina parece seguir su curso normal salvo porque todos, con el rabillo del ojo, estamos pendientes de alguna novedad que pueda modificar el panorama económico de manera definitiva.

Desde hace meses el Gobierno ha puesto en marcha algunas medidas aisladas –eliminación de subsidios, recortes de gastos de capital– para intentar recomponer su situación fiscal. Las más notorias fueron adoptadas en el ámbito externo, con la imposición de las denominadas salvaguardias cuyo objetivo fue contener la salida de divisas del país.

Las autoridades también han coqueteado con la posibilidad de un timbre cambiario –que se adoptaría en sustitución de las salvaguardias– que no cuenta con la simpatía de prácticamente nadie, porque se trata de un mecanismo que da pie para que se lo utilice de forma excesivamente discrecional.

La fortaleza más grande que ha tenido este Gobierno –me refiero a su frente político– esta vez ha jugado en su propia contra, porque el cálculo electoral ha impedido que las autoridades adopten medidas más claras y, sobre todo, oportunas.

Si no se toman definiciones rápidamente, la actividad económica continuará desacelerándose más hasta llegar a un punto en el que será mucho más complicado reactivar la economía. Por ejemplo, si el proyecto para flexibilizar la contratación de mano de obra se hubiera adoptado hace un año, ahora mismo estaríamos en mejores condiciones para seguir produciendo y generando ingresos.

Es necesario, por tanto, que se defina el panorama económico del país, antes de que termine el primer trimestre del año. Cada semana de retraso que tenga la aparición de aquel ansiado plan económico tendrá repercusiones sobre el desempeño final que registre la economía durante 2016.

El Gobierno deberá entender y aceptar que sufrirá un importante desgaste político por la adopción de medidas de ajuste. Ese costo estará justificado porque le permitiría enmendar parte de los problemas que este mismo régimen causó y también porque le habilitaría para liderar un proceso de transición democrática con mayor credibilidad y legitimidad.

Esa cita con la realidad que el Gobierno ha venido evitando a toda costa tendrá que producirse cuanto antes. Solo de esa manera, aquella tensa calma que se vive en el país podrá, finalmente, convertirse en una fuerza positiva que nos guíe a todos –familias, empresas y sector público– hacia un objetivo común.

@GFMABest

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