El voluntariado en Ecuador ha sido un fenómeno intermitente y muchas veces invisible. Aunque está considerado como la octava fortaleza mundial, nuestro país aún está en pañales. Por ello, el proyecto “Techo para mi país” que ha levantado la voluntad de cientos de jóvenes universitarios entre 18 y 29 años que construyen viviendas de emergencia en lugares de extrema pobreza en la Sierra, merece nuestra atención. Este proyecto fue iniciado en Chile en 1997 y su propulsor, el jesuita Felipe Berríos; en la actualidad es secular y a él se han adscrito 16 países en América Latina que funcionan bajo un modelo probado establecido por la oficina central en Santiago.
La última experiencia dice mucho. El lugar seleccionado fue Ambatillo cerca de Ambato, sitio donde hace pocas semanas, se desplazaron 500 jóvenes y construyeron en 4 días, 110 viviendas de madera y zinc de 18 metros cuadrados, y cuya vida útil es de 8 años. Tanto las comunidades beneficiarias que intervienen como las mismas casas son monitoreadas periódicamente por los socios voluntarios en la esperanza de que en las siguientes etapas que se implementarán desde el 2011 -habilitación social y comunidad sustentable- pueda realizarse la vivienda definitiva y sus habitantes logren en el proceso su autosustentabilidad a través de tener su techo propio y una producción competitiva dignamente remunerada. No hablamos de caridad, hablamos de contribuir a brindar herramientas tangibles e intangibles que permitan de manera directa, sin intermediación política y oscuros intereses, luchar contra la pobreza que aqueja cada vez más a nuestro continente.
A los jóvenes participantes se les cambia la vida, muchos pasan a ser socios, otros recordarán la experiencia, serán los políticos del futuro. La administración cuesta el 10% del valor invertido, cuenta con 6 directores y 6 voluntarios calificados, jóvenes todos. Aspiran para este año llegar a 1000 viviendas con un costo de USD 1 200 000. El nuevo dueño eroga por su casa el valor de USD 100, el resto lo cubre el voluntariado con su gestión y mano de obra, el apoyo sostenido de empresas privadas y las universidades que adscriben al proyecto, la mayor contribución ha sido hasta ahora la Universidad de San Francisco. “Techo para mi país” es un proyecto con bases sólidas.
Si hubiesen proyectos similares a este no tendríamos que mendigar préstamos internacionales que solo enriquecen a los más fuertes económicamente hablando y nos empobrece aún más a los vulnerables. Es otra manera de hacer país, pero requiere de todos nosotros, de nuestras voluntades, de contribuir desde nuestras distintas trincheras a erradicar la pobreza. ¿Una utopía?