Han pasado casi dos semanas y todavía no tenemos una versión oficial de la matanza de más de 30 indígenas de la comunidad Taromenane. Pese a que el caso se encuentra en fase de indagación, los resultados que presenta la Fiscalía, Policía y varios ministerios son nulos.
Todo lo que sabemos del caso es de boca de los mismos implicados: que este ataque se produjo como reacción de los Huaorani por el asesinato ocurrido el 5 de marzo de uno de sus jefes, Ompore Omehuai y su esposa. Que habrían muerto más de 30 Taromenane. Que esto se habría producido usando armas de fuego. Que las dos niñas secuestradas o rescatadas por los Huao son producto de este hecho.
No obstante, más allá de la necesidad de que este hecho sea aclarado y se proceda a determinar las responsabilidades penales, preocupa que esto vuelva a ocurrir y ponga en peligro a cualquiera de los dos bandos en cuestión. La situación se vuelve mucho más delicada cuando tomamos en cuenta que los Taromenane, al igual que los Tagaeri, son uno de los pocos grupos étnicos que existen hoy en el mundo bajo la condición de “aislamiento voluntario”. Su cultura, tradiciones y forma de vida -pese a su hostilidad- son un patrimonio vivo de la humanidad. De ahí que las autoridades nacionales deberían hacer todos sus esfuerzos para salvaguardar la vida de estos grupos étnicos y no, como ha sucedido hasta ahora, hacerse de la vista gorda de la acción depredadora de empresas petroleras, madereras y grupos relacionados.
Los Taromenane y los Tagaeri pueden caracterizarse como “sociedades de banda”. No tienen una organización política propiamente dicha. Son guerreros. Viven de la caza y recolección, en un equilibrio pleno con la naturaleza. Por esto mismo, no son sedentarios sino que están en continuo movimiento por razones subsistencia.
Pese a que conocemos poco de su cultura, de su conocimiento de la medicina natural y de su forma de organización social, no es esto lo que los hace dignos de respeto. La Constitución salvaguarda el derecho que tienen Taromenane y los Tagaeri de vivir en su territorio en condición de aislamiento voluntario. Cualquier acción que vaya en sentido contrario puede ser considerada como etnocidio.
Si vemos este caso como algo natural entre grupos que tienden a guerrear, lo que va a suceder en el corto o mediano plazos es que el grupo más débil tienda a desaparecer. En este caso, los Huaorani, quienes se han occidentalizado y están siendo parte de las actividades extractivas de petroleras y madereros, se han convertido en uno de los principales rivales de sus hermanos Taromenane y Tagaeri .
Por ello, más que una guerra entre grupos de una misma nacionalidad, lo que hay en el fondo es el asedio de las actividades extractivas y de la colonización. El Estado ecuatoriano debe dar una solución a esto, salvaguardando la vida de los últimos pueblos que se encuentran en aislamiento voluntario.