Me sale desearles feliz año proponiéndoles nuevas reflexiones sobre la eterna práctica colonialista. Es que no es de ahora; solo las formas y los móviles son distintos. En la actualidad, el deseo de confort y el sueño de vivir la jubilación plena, sin poder llevarla a cabo en sus propios países por razones económicas, ha hecho que muchos pobladores de países, de mayor riqueza económica per cápita, ocupen ciudades y territorios ajenos imponiendo su cultura y exigiendo derechos que no les compete. “La roca de Tanios”, aquella sobresaliente novela de Amin Maalouf, de origen libanés, me ha vuelto a abrir el apetito sobre este peliagudo tema.
Durante los años de nacimiento del Ecuador independiente, allá por 1830, Oriente Medio se hallaba convulsionado. El Líbano por ejemplo, se había fracturado por los enfrentamientos entre Egipto y el Imperio Otomano. El autor Maalouf teje una historia semificcional, semirreal alrededor de Tanios, el hijo bastardo del jeque de un pequeño pueblo en la montaña. En un escenario de una cotidianidad previsible, el joven Tanios cuyo camino va marcando la construcción de un héroe, pierde de vista que el poder se halla en las suprapotencias de entonces. Son estas las que mueven los hilos de personajes,títeres, marionetas locales que se prestan para orquestar las maquiavélicas conquistas de zonas productoras de materia prima. Tanios mismo se ve seducido por las enseñanzas de un pastor protestante inglés radicado en un pueblo aledaño, escuela a la que él acude y a la que no pretende dejar, escuela instalada como parte de las estrategias de “conquista y colonización” durante el siglo XIX. Su modelo cultural se va fuertemente configurando alrededor de los valores y preceptos del Imperio Británico.
Entonces, un nuevo Occidente logra lo que se propone, extraer la mejor materia prima del mundo, a precios bajos y poco riesgo. Ha salido nuevamente victorioso; su cultura y economía expansionista le declara incuestionablemente superior. Y así continúa perpetuando la idea de conquista. Al presente, 150 años más tarde, Occidente se ve sorprendida por los varios frentes que detienen su crecimiento y suprema autovaloración. Salen con marcha firme China o Corea, socios comerciales y nuevos patrocinadores de la educación universitaria; o el bloque más violento de resistencia -Isis- dispuesto a todo y sin posibilidad de negociación alguna porque no radica en ningún lugar, sino que se multiplica por doquier con el fin último de exterminar aquella que esté fuera del ámbito musulmán.
Quizás el éxito de la novela antedicha radica en hacernos ver en pequeño, en un perdido pueblo libanés de la década de 1830, desde donde emerge la inconformidad del colonizado, y los alcances que puede tener la recuperación de su propio poder.