Tres años después de la muerte del mejor reportero del siglo XX, el polaco Ryszard Kapuscinski, un libro sobre su vida lo ha vuelto víctima de lo que aborrecía: el escándalo mediático.
La prensa sensacionalista aprovechó detalles de la biografía sobre Kapuscinski escrita por Arthur Domoslawski, compatriota, discípulo y amigo, para armar un show que intenta manchar la memoria del ‘Señor K’, como le decían sus discípulos.
En su libro, ‘Kapuscinski non fiction’, Domoslawski sugiere que el ‘Señor K’ inventó hechos “para potenciar la fuerza dramática del relato periodístico”.
Y no solo eso, según Domoslawski, el ‘Señor K’ “colaboró con el espionaje del gobierno comunista y vendió ficciones como si fueran periodismo…”.
La viuda, Alicja Kapuscinski, reaccionó con indignación y acudió a los tribunales para impedir que circulara el libro.
Y aunque ella ha dicho que no puede revelar las razones de su demanda, el biógrafo supone que lo que se intenta acallar son los episodios en los cuales el libro documenta la cooperación del ‘Señor K’ con los servicios secretos de su país durante la era política más tenebrosa de Polonia.
“Estoy sorprendido, no quiero creer que la mujer de un gran autor pretenda que los tribunales censuren la información”, lamenta Domoslawski.
Sin embargo, el propio autor sabe que la preocupación de la viuda atañe también a otros aspectos quizás mucho más polémicos.
En una entrevista con el peruano Julio Villanueva Chang, Domoslawski revela otros detalles:
“Kapuscinski pasó muchos años en lugares en los que arriesgaba su vida. Pero también sabía que el imaginario del mundo intelectual está repleto de mitos sobre escritores. Él se esforzó para fabricar el mito sobre él mismo”.
¿Un ejemplo? Sus seguidores llegaron a creer que el ‘Señor K’ estuvo con el Che en Bolivia, pero, en realidad, lo que hizo fue recorrer la ruta del Che después de que este fuera asesinado. El ‘Señor K’ dejó que se creyera aquello y nunca lo desmintió.
Domoslawski explica que dejó de mirarlo como a un mito “y lo hice un ser humano”.
Un día, cuando la obra de Gabriel García Márquez influía con intensidad sobre mi generación, me desencanté al saber que el premio Nobel colombiano inventaba detalles para hacer más atractivos sus reportajes.
En un exceso fundamentalista, condené al ‘Gabo’ a la indiferencia. Años después entendí que los grandes periodistas también cometen pecados, se llenan de dudas, el ego los asecha y caen en tentaciones.
Con el ‘Gabo’ tiré la primera piedra y cometí una injusticia. Pero ahora que sé que el ‘Señor K’ fue tan humano como yo renuevo mi fervor por su obra y mi convicción de que fue el mejor reportero del mundo.