A mediados del siglo XX, los periodistas europeos que viajaban por estas latitudes solían destacar el contraste entre riquezas naturales y pobreza de la población. Calificaban a los latinoamericanos de mendigos en taburete de oro.
Hoy somos exactamente eso. Mendigamos créditos en los mercados internacionales para que nos ayuden a pagar los gastos que dejó el gobierno anterior, un hueco de USD 5 mil millones anuales que nos cuesta trabajo reducir. Cerrar esa brecha y restaurar la competitividad perdida costará muchos sacrificios y por muchos años. Mientras tanto, estamos sentados sobre una enorme riqueza en el subsuelo, que fácilmente pagaría la deuda y dejaría grandes rentas que bien usadas, transformarían al país.
British Petroleum calcula que exceptuando Venezuela y Brasil, tenemos más petróleo bajo tierra que los otros siete países sudamericanos juntos. Tenemos algo más de petróleo que México, que produce 2 millones de barriles diarios, que Noruega, 1,6 millones, e igual que Angola, 1,8 millones. Nosotros producimos la tercera parte. Si produjéramos 1,5 millones, tendríamos unos USD 25 mil millones más en exportaciones, y unos USD 15 mil millones de renta petrolera ( según el precio).
La ventana de oportunidad para sacar esa riqueza y hacerla dinero comenzará a cerrarse pronto, digamos una década. La Unión Europea obliga a las empresas automotrices a incrementar su oferta de vehículos eléctricos. Cuando deje de crecer la demanda de combustibles, caerá el precio del petróleo y se reducirá la inversión en países riesgosos.
La riqueza minera es también cuantiosa. La australiana SolGold encontró un yacimiento de cobre y oro al norte de Imbabura. La semana pasada, la minera más grande del mundo, BHP, pagó USD 60 millones por una participación accionaria de 5,2%, lo que pone el valor de mercado de SolGold en más de USD 1 mil millones. También en Imbabura invierte Codelco. Chile es el mayor productor de cobre en el mundo, pero sus minas se están agotando, lo que obliga a la estatal chilena a salir fuera de fronteras en búsqueda de cobre, y Llurimagua es su primer proyecto extranjero.
En el Cóndor hay importantísimos yacimientos y el geólogo que encontró Fruta del Norte ahora busca las ciudades perdidas de oro en el Cutucú.
Sin explotación del petróleo y minas, nos toca emprender una sacrificada caminata cuesta arriba. El ajuste es necesario, pero ¡Tanto más fácil con la renta petrolera y minera! Pero salvo por el Ministro de Hidrocarburos, ni el resto del gobierno ni los otros poderes del Estado parecen convencidos que hay que explotarlos. Tampoco la ciudadanía parece percatarse de la diferencia que esa explotación haría para su economía familiar. Seguimos sentados en nuestro taburete, sin percatarnos que es de oro. Y de petróleo.
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