Si hubo alguna cosa en este Gobierno que unió a muchos ecuatorianos de distintas ideologías, de diversos credos ambientalistas (cosa ya extrema en el medio) fue el proyecto Yasuní-ITT. Había que dejar el crudo en tierra no solo por razones ambientales, sino también sociales, por los pueblos no contactados que allí habitan. Pero había otra razón importante: generar una norma global distinta sobre explotación de recursos y naturaleza.
Pamela Martin, una de las académicas estadounidenses que más ha escrito sobre el tema, considera que el Yasuní-ITT era una propuesta normativa del tamaño del Amazonas y, por serlo, su éxito dependía en un delicado… delicadísimo balance. El balance entre la fuerza de un Estado defensor de los derechos humanos y naturales y la comunidad internacional donde los actores no gubernamentales y gubernamentales hacían su parte, promocionando al estado proponente y a la idea, si de verdad quería que se convierta en norma global.
Pero ese delicado balance se rompió hace tiempo. Ya no existe ese “Estado defensor de los derechos humanos y naturales” con la suficiente fuerza moral para crear normas y abrirse paso en la ya densa red de propuestas existentes. Las ONG nacionales, tras toda la embestida contra ellas, en especial contra Acción Ecológica, apoyan con fuerza en la Iniciativa, pero no pueden justificar ya al Gobierno proponente.
Las internacionales que también apoyaban el proyecto están contra la pared y a una de ellas -Conservation International- se le ha pedido que salga del país. Pero en una red de gobernanza global tan estrecha, donde todos se conocen y todos están relacionados, la embestida más grave al ITT ha sido el tema de libertad de expresión.
Es increíble que nadie pensara que atar el lanzamiento de la propuesta del ITT en Nueva York con conferencias sobre la libertad de prensa tras la sentencia contra Diario El Universo no terminaría por sepultar este sueño.
No se necesitan demasiadas evidencias para lo evidente. Para empezar, el retiro de Alemania de la Iniciativa fue un campanazo del tamaño del Cotopaxi. Alemania no se retiró en silencio, dijo claramente que la Iniciativa abre una suerte de riesgo moral para los países que luego “demandaran por preservar”. Segundo, el riesgo moral se confirma con el solo anuncio de que dinero proveniente del juicio a El Universo alimentará la Iniciativa. Se trata de letras rojas de neón para aquellos países y compañías internacionales que, queriendo aportar, no pueden hacerlo para no enfrentar críticas de sus ciudadanos y de ONG. Tercero, es muy posible que la señora Baki haya gastado más en viajes internacionales a nombre del Yasuní-ITT que el dinero efectivo que se ha depositado en el fondo, que apenas llega a USD 1 612 015.
Por supuesto, que la señora Baki hará gala de todos sus contactos, pero le será difícil comprender que el fondo ha muerto por causas éticas.