¿Para qué el suspenso?

Por más que traten de diferenciarse, los políticos se parecen entre ellos, especialmente porque son previsibles, se sabe por dónde van a disparar (políticamente me refiero), qué van a hacer, cómo cuidan las formas y su terrible “devoción” por el pueblo (mientras apoye con su voto, después veremos).

El sábado, en el estadio Alejandro Serrano Aguilar era la gran oportunidad para que de una vez por todas el Presidente anuncie su candidatura a una segunda reelección. Prefirió mantener el suspenso, lo que supone que la nominación será en otro acto de masas, seguramente con Pueblo Nuevo (que no es tan nuevo) y algún otro Premio Nobel, similar a Rigoberta, como invitado especial.

El Mandatario ha expresado que su aceptación dependerá de un profundo análisis, incluso de índole familiar y de la decisión de su movimiento político. ¿Acaso ese movimiento negará la posibilidad de ratificar a su único líder como candidato? No, no tiene más candidatos después que Lenín Moreno (palabra de gallero de por medio) ratificara que se retira de la política.

Entonces, ¿cuál es el afán de mantener el suspenso? Los políticos son predecibles y me permito recordar lo que escribí en junio del 2005 con el título ‘Correa: el primer candidato’. “Con mucha anticipación el ministro de Economía Rafael Correa, con poncho y sombrero, se presentó el fin de semana en una comunidad indígena para anunciar disimuladamente su propósito de convertirse en candidato a la Presidencia. La interpretación periodística se puede desmentir, porque todavía restan algunos meses para que arranque oficialmente la campaña electoral, pero al calor de los hechos, de las declaraciones y desafíos del integrante más joven y polémico del Gabinete del mandatario (Alfredo) Palacio, qué dudas caben. Correa quiere ser el nuevo ‘outsider’, es decir, el anticandidato, el de la periferia, el que rompe los tradicionales esquemas de los partidos políticos”.

A un poco más de seis años y medio de esta alusión al entonces político en ciernes, se vuelve otra vez predecible su candidatura porque solo es cuestión de esperar una coyuntura política para que Rafael Correa decida nuevamente anunciar su sacrificio personal y volver a presentarse para las próximas elecciones presidenciales. Nadie más en ese movimiento sería capaz de conservar el poder para sus militantes que ahora conocen cómo es el buen vivir y el Chez Jerome.

Es el poder, el delicioso poder, lo que más les gusta a los políticos que viven sacrificándose por el pueblo. Qué tristeza que no haya nadie más en ese movimiento que ha ganado todo, que elaboró una Constitución que ya no resulta a la medida de los propósitos iniciales, pese a la promesa de que duraría 300 ó 1 000 años y que sería más importante que la mismísima Biblia.

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