En agosto, Quito tendrá nuevamente un festival de las luces: nuestro Municipio, la Alcaldía de Lyon y la Alianza Francesa invitan otra vez, y ojalá nunca dejen de hacerlo, a esta fiesta de luz y color. Lo oí ayer, y también oí que serían más de siete las plazas y rincones que se iluminarán. Bien por nuestra ciudad, bien por nuestras relaciones con el país de la luz exterior y de la lucidez interior: Francia, a la vanguardia de Europa junto a Alemania, nunca desilusiona. Confío en nuestra Alcaldía y en los artistas ecuatorianos y franceses que lograrán este milagro. Pero tanta luz proyecta también sombras. Cuando Quito se vistió para Hábitat III, los edificios del centro fueron repintados, se limpiaron lo mejor posible plazas y calles, los muros de nuestras iglesias lucían blancos, nítidos, bellos. ¿Qué muros se iluminarán hoy? Veo los de la querida iglesia de la Merced, que estuvieron tan bellos, ahora con dibujos y letras torpes, pintados una y mil veces por la estupidez ciudadana, sucios de resentimiento e ignorancia, aderezados por el prurito ¡ay tan humano!, de destruir. Ningún muro se salva, aunque nuestra hermosa catedral aún no ha sido torpemente ofendida, quizá por la guardia continua de Carondelet. Quiero sugerir al alcalde, para quien esta visión cotidiana de suciedad y torpeza debe ser, como lo es para nosotros, una pesadilla, que vivió se haga lo que me contaba una amiga que en Canadá: que los compradores de productos para estas ‘pintadas’ presenten al vendedor, obligatoriamente, una copia de su CI y justifiquen las razones de su compra, si no, no obtendrán los aerosoles: el almacén que no cumpla el requisito, pagará una alta multa, que sirva para blanquear nuevamente los tristes muros sucios. ¿Será posible intentarlo?
Pero hay cosas que están en manos del propio Municipio. El edificio patrimonial de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, en la plazoletita frontera a La Merced, sufrió hace más de un año la agresión, en parte de sus muros y piedras, de la manguera de cierto aceite con que se limpian o se ensucian, ¡quién lo sabe!, las baterías de basura que, el entonces alcalde Barrera, en desacierto sin par, no impidió colocar frente a la puerta de nuestra sede. La manguera lanzó el dichoso aceite sobre parte de los muros y de la cornisa de la entrada: llamé, reclamé, vinieron a limpiar y prometieron repintar el muro -‘¡eso sí, solo hasta aquí!’, señalaron solícitos, los pintores munícipes- pero hasta esta hora, EMASEO no ha cumplido: nuestra pared enaceitada es espantosa y este último miércoles de pesadumbre volvieron a regar el aceite en la piedra de entrada, negra de grasosos goterones.
Señores munícipes: que haya capacidad de previsión: un presupuesto cabal para pintura, obreros, pintores. Organización, educación a los obreros para que no ejerzan su pequeño poder, malacostumbrados a poner límites y condiciones a cuanto deben hacer. Que haya ordenanzas, horarios. Si mucho ha mejorado, siempre quedará mucho por hacer.