Arrancó la campaña electoral para las autoridades locales, y los sufragantes serán bombardeados de información de todo tipo por treinta días. Lo que corresponde al ciudadano responsable, -en teoría- es informarse para conocer propuestas y planes de trabajo de los candidatos a autoridades seccionales; y así, evitar ir a votar con la mente en blanco, y terminar decidiendo ese rato, frente a las papeletas.
En un mundo ideal, los electores deberían llegar a las urnas, conociendo bien a los candidatos de su preferencia. Deberían haber razonado sus propuestas, y además haber tenido la posibilidad de comparar unos planes con otros.
Pero la realidad está alejada de esa aspiración, y complejiza enormemente los resultados de las elecciones por varias razones. El gran número de candidaturas -se calcula que serán más de 50.000-; causa una tremenda dispersión, y hace muy difícil que la ciudadanía pueda identificar bien a los candidatos y acceder a los contenidos de sus propuestas.
Por otro lado, la campaña anticipada sin control, va a marcar una situación de inequidad insuperable. Los funcionarios/candidatos que han venido promocionándose con dinero público desde hace meses, con seguridad son los más conocidos y tienen su puesto asegurado. Esto, en desmedro de otros, que quizás podrían ser buenos cuadros pero que cuentan únicamente con 30 días y lo que la ley les otorga para su promoción. Además, es evidente el tinte clientelar que está predominando en esta campaña; pues, ya se va viendo la cantidad de multi-productos que entregan los candidatos, especialmente en provincia, durante sus recorridos.
Algunos desafíos se presentan entonces en estas elecciones: de lado de las autoridades controlar firmemente el cumplimiento de la ley evitando además la violencia política al máximo. De lado de la sociedad civil, generar espacios de discusión y debate. Y finalmente, los ciudadanos, informarse para votar bien, sino, les pillará la elección en blanco.