La historia de una salida en auto por Quito. El estado de vías y extraña sensación de que el tráfico ya no está controlado, sino descontrolado por 1 400 policías municipales es real. Grandes obras pero extraordinariamente descoordinadas. Así no se puede. Quiero desarrollo y por ello, aunque sea bien a futuro, tendré paciencia; pero la realidad va más allá de toda comprensión. ¿Pensará que es metro de construcción por voto? Salgo del parqueadero en curva, imposible saber si vienen o no autos, buena planificación: se permite ingresos hacia cualquier calle sin calcular el número de autos que la transitan o la posible congestión. ¡Clack, clack! ¡Huy! Caí en el primer sumidero que está diez o quince centímetros más bajo que el pavimento, si lo esquivo, me choco contra un auto en el otro carril. ¡Pobre auto! Así se destrozan y rapidito. ¿Llevan estadísticas sobre cuantos cráteres de estos hay en la urbe? Larga cola, veo varios policías metropolitanos en una intersección. Me pregunto qué habrá pasado… ¿Será un asalto, un topetón entre autos? Son sólo novatos tratando de dar sentido al tráfico. Mejor que los semáforos hagan su trabajo, son más eficaces.
Siento un gran salto. ¡Obvio! Subí una grada o unión de pavimento, pobres amortiguadores que calladitos deben aguantar. Camino hacia Cumbayá. Es día de semana y no es hora pico, pero ya una no se diferencia de otra, todo es filas y congestiones.
Llego al peaje, si llevaría un libro, tendría tiempo para terminarlo hasta mi destino. ¿Cómo avisar que llegaré atrasada aunque salí con algo más de media hora de anticipación? Paciencia y el auto en relantín. ¡Qué frustración! Estacionada sobre el puente que tiembla con tanto automóvil, planifico mi acción; en el semáforo tomaré a la izquierda y tal ves llego a tiempo.
¡Alivio! Semáforo a la vista. Decepción, no funciona, cuadrilla de metropolitanos y sorpresa, la vía que tomé hace unos días, hoy está cerrada. Una ceñuda policía con chaleco color revolución, me obliga a seguir recto. Se acabó mi tiempo y mi paciencia al borde, intento cambiar de carril, pero hay autos en contravía y gracias a la desinformación de la poco educada dama, paso por vez primera por el deprimido. ¡Diablos! Voy camino a Tumbaco y mi cita era en Cumbayá. Estaba atenta y no había señalización alguna a la ida. A la vuelta, después de llegar con una hora de retraso y casi perder el negocio, veo unos latones mínimos para la vía de subida. Esto es antes de que se abra el aeropuerto.
Mi auto tiene unas cuantas tuercas sueltas, creo no haber perdido ninguna pieza importante del motor. Llegué, auto topando auto, pero no quiero ni imaginar otro paseo de estos. El tiempo es oro y tiene su alto valor. ¿Será que me encierro en mi casa y no me muevo hasta que exista buena planificación y vías terminadas? ¡Suerte o muerte!