Sueño que sí tenemos futuro

Cuando se inició el actual Gobierno publiqué en esta columna un artículo que lo titulé "Tengo derecho a la esperanza". El desastre nacional en todos los campos, como el de la educación en todos sus niveles, había llegado a tal punto como que a nuestro país comenzó a señalársele como inviable. Al paso que íbamos no teníamos futuro.

La educación, insisto en todos sus niveles, inició el camino de las rectificaciones históricas. Las políticas que fueron implementándose posiblemente no eran las perfectas, pero sí las que se requerían para iniciar un proceso de cambio.

La voluntad política se ha mantenido y los resultados van justificando las expectativas.

La Universidad de la Ciudad del Conocimiento, Yachay, iniciará sus actividades el 31 de este mes de marzo. La primera promoción, aproximadamente 200 estudiantes, se incluyen entre aquellos bachilleres que en el Examen Nacional de Educación Superior obtuvieron las mejores notas, por sobre 800/1000. Teniendo oportunidad de proseguir sus estudios superiores en una buena universidad extranjera decidieron hacerlo en Yachay, un gesto de confianza en su país y en el entendimiento, creo yo, de que se graduarían en aquellas profesiones consideradas como prioritarias para nuestro desarrollo. Cuarenta profesores, todos a nivel de PhD, serán durante los dos primeros años sus maestros en ciencias básicas: matemática, física, química y biología, a más, claro está, del idioma inglés. Luego de estos dos años cruciales, los estudiantes decidirán su carrera profesional.

De no darse una catástrofe energética a escala mundial o un desastre político en lo nacional, se contará con los recursos necesarios para que la Ciudad del Conocimiento llegue a ser una realidad soñada y no tan solo en cuanto a la formación de los especialistas que requerimos, sino también en cuanto a investigación científica, la sistemática, orientada al cambio de la matriz productiva tradicional, primitiva, como es la actual.

A este paso me ilusiona pensar en nuestro futuro. Una decena de centros de investigaciones, actualmente dispersos y de vidas por demás limitadas, pasarán a formar parte de la Yachay. Una decisión de extrema racionalidad: equipos costosísimos serán utilizados por todos quienes los requieran y formen parte de aquel sistema. Complejos problemas matemáticos serán resueltos por dos o tres expertos de gran nivel con que los que cuente la Ciudad del Conocimiento. Se dispondrá además, entre otros prodigios, con un bioterio, un criadero de animales de experimentación debidamente registrados y calificados. Trabajé con ratas en la Universidad de Chicago y conozco de primera mano las complejidades que supone utilizar animales de experimentación en investigaciones que requieren precisiones extremas. Llegar a la meta supone comenzar con pie derecho.

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