El libro “Diplomáticos en la literatura ecuatoriana”, publicado hace poco por la Asociación de Funcionarios y Empleados del Servicio Exterior Ecuatoriano, Afese, omite toda mención de la persona y la obra del muy distinguido pensador, poeta, historiador y diplomático ecuatoriano embajador José Rumazo González.
Reseñar la obra de este prolífico y distinguido autor resulta difícil en un espacio limitado. En su vasta producción literaria, tanto en prosa como en poesía, llama la atención en especial la colosal obra “Parusía”, poema épico de 5 426 páginas contenidas en siete tomos de casi ochocientas páginas cada uno.
“Parusía” es considerado el poema más extenso jamás escrito por un solo autor. En palabras de un autorizado comentarista, “sus más de doscientos mil versos endecasílabos clásicos contienen una interpretación imaginativa del Apocalipsis, una visión poética del fin de los tiempos, una meditación lírica y heroica a la vez sobre la agonía y muerte de la historia humana”.
Su obra literaria también incluye los libros de poesía “Altamar”, “Proa”, “Raudal”, “Soledades de la Sangre”, y “Claridades en Vislumbres”, los dramas “Sevilla del Oro” y “La leyenda del Cacique Dorado”, y la novela “Andariegos”.
Miembro de Número de la Academia Nacional de Historia, de la Academia de Historia de Madrid y de la de Bogotá, miembro correspondiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, del Instituto de Cultura Hispánica, y de muchas otras instituciones, el embajador Rumazo González también nos dejó valiosas publicaciones históricas, basadas en el dominio que adquirió de la escritura española del siglo XVI, y en investigaciones que realizó durante largos años en la documentación del Cabildo de Quito, el Archivo de Indias de Sevilla y el Archivo General del Reino en Simancas, Valladolid.
Destacan entre sus obras de historia los libros Primero y Segundo de Cabildos de Quito, publicados en 1934 en cuatro volúmenes por el Municipio de Quito con ocasión del cuarto centenario de su fundación española, “El Ecuador en la América Prehispánica” que mereció el Premio de la Academia Nacional de Historia en 1933, y “La Región Amazónica del Ecuador en el Siglo XVI”.
No conozco los criterios bajo los cuales se hizo la selección de autores y de obras para inclusión en el valioso libro publicado por la Asociación de Funcionarios y Empleados del Servicio Exterior, y no pretendo, al mencionar la omisión de la obra del embajador Rumazo González, criticar ni polemizar al respecto.
Me limito a señalar la omisión, ciertamente importante cuando se considera la enorme y muy valiosa obra de esta gran figura de la vida intelectual ecuatoriana, animado por la esperanza de así hacerle justicia en alguna aunque limitada medida.