‘Sos fascista’

La sensibilidad social se mueve bajo parámetros impredecibles, sobre todo cuando, como hoy, contamos con tecnologías de comunicación impensables hace pocos años. Las redes sociales juegan un papel esencial en el remezón de Medio Oriente, y también nos hablan casi en tiempo real de historias de apariencia trivial como la de la lechuza en Colombia o la del racismo del diseñador John Galiano, pero que entrañan una verdadera vigilancia ciudadana.

En el caso del futbolista que pateó a la lechuza insignia del Atlético Junior, y las protestas tanto por ese hecho como por la posterior muerte del animalito, reconforta saber que hay sociedades que pese a sus duras experiencias siguen teniendo amor por la vida, incluso en sus niveles primarios.

También es fascinante ver cómo bajo regímenes como el cubano, la bloguera Yoani Sánchez mantiene encendida una pequeña llama de esperanza, como para recordarnos que, al igual que en países con gobiernos dictatoriales que se derrumban en Medio Oriente, las libertades son consustanciales al ser humano.

Pero hay también colectividades que adormecen su conciencia bajo la influencia de liderazgos fuertes combinados con momentos económicos que prometen estabilidad, como sucedió aquí con la dictadura petrolera de los setentas.

Cuando eso pasa, los valores cívicos y sociales como la transparencia y la justicia son juzgados con relativismo. Si la estridencia de Bucaram o la desverguenza política de Gutiérrez, o la prepotencia de los dos, fueron factores de incomodidad social, hoy en cambio hay un efecto que galvaniza al poder. Si la “Pichi Corte” fue un detonante, hoy nadie se estremece, por ejemplo, con las graves dudas sobre la autoprorrogada Corte Constitucional.

El sistema judicial no funciona y la propiedad privada y la vida misma están amenazadas por la inseguridad. Frente a la inopia colectiva, el poder se da el lujo de no rendir cuentas por sus responsabilidades sino, por el contrario, se erige como el redentor.

No hay verdadera rendición de cuentas ni transparencia y la participación ciudadana es un eslogan. Ni hay respeto al derecho a la opinión y a la honra. Es verdad que el país no tiene una cultura de respeto a los mandatarios y es necesario que la haya, pero se trata de un camino de doble vía, y con más responsabilidades para quien tiene en sus manos todo el poder.

Causa perplejidad que el Presidente, que ha creado jurisprudencia en insultos e injurias, hoy reclame porque alguien le dijo “sos fascista”. El poder ya tiene su interpretación: el sujeto estaba drogado, pues de lo contrario no se explica su temeridad (¿no hubo temeridad en las acciones del 30 de septiembre?) Pero el poder siempre tiene razón, como lo demostró el Secretario Jurídico de la Presidencia cuando tildó de teatro las lágrimas de la hija del ex Director del Hospital de la Policía. No cabe duda: la sensibilidad social es impredecible.

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