Si, señor, aunque usted no lo crea. Hace apenas dos meses y trece días, el nuevo presidente de nuestro querido Ecuador, Lenín Moreno, asumió el mando, aplaudido por el presidente saliente, Rafico Correa Delgado, y compartiendo el entusiasmo con su vicepresidente Jorgito Glas, quien también había sido Vice de Correa.
Con la circunstancia interesante de que el ex jefe Correa, tal vez previendo algo sorpresivo o inesperado, pasó casi una semana en el hospital y luego salió a despedirse de sus amigazas, de sus amigos y de los casi cincuenta ministros que le habían acompañado en los últimos años de la década correísta. El presidente de la Asamblea, Pepe Serrano, por supuesto, colocó la banda al nuevo gobernante.
Lenín se mostró feliz por su triunfo sobre el banquero Lasso y dio un discurso interesante, con uno que otro codazo a Correa, quien no se dio por enterado, seguramente porque ya estaba pensando en el Andrade Marín o en el viaje número 135 de su mandato, esta vez a Bruselas. Han pasado dos meses y trece días.
Moreno está instalado en Carondelet y dialoga sin tregua, inaugura las primeras de las 300 mil y algo más casas ofrecidas en la campaña, saluda con los alcaldes Nebot y Rodas, mirando con gusto los índices de popularidad pero con ira y susto la dimensión de la deuda que le presentan sus ministros de Finanzas ex correístas.
Dos meses y once días. La bronca con el ex amigo Correa tomó cuerpo el 10 de julio, cuando él viajó a Europa discurseando contra Moreno, cuya respuesta fue clave. “La mesa no queda servida y la deuda llega a los 57 mil millones”. Pero algo más. Se acabó también la amistad con el vicepresidente y vino el rompimiento cuando el acusado Glas estrechó la amistad con Correa y lanzó un comunicado acusatorio.
La respuesta fue dejarlo sin funciones y retirarle el avión presidencial. Glas dijo que viajará en carro a Guayaquil y no renunciará (se entiende que hasta el 2021), algo que tampoco nunca había sucedido en el Ecuador. Más aún si los chismes dicen que ese año podría lanzarse Correa.
Rápidamente se ha ido, pues, configurando en nuestro país algo que nadie se imaginaba el 24 de mayo: un panorama político y económico difícil, sin respuestas sencillas ni fáciles. Está de por medio también una Asamblea con mayoría aliancista. Las encuestas favorecen a Moreno no solo por el triunfo electoral sino por su desempeño inicial, con el diálogo incluido. El expresidente Correa planteó terminar con Alianza País y ganar votos con un movimiento renovado y atractivo.
Los partidarios de Moreno hablan de una Consulta Popular que incluya el no a la reelección indefinida y otros temas claves. Todo esto cuando apenas han transcurrido apenas dos meses y 13 días desde que Correa, Moreno y Glas celebraron su estrecho y polémico pero importante triunfo, sin que nadie se imaginara que a la vuelta de la esquina iban a suscitarse semejantes discrepancias cuando faltan casi cuatro años para el final.