Sorpresas te da Roma

Volamos a Roma a presentar la edición italiana de ‘La mujer del coronel’. La protagonista, Nuria, esposa de un coronel de las Tropas Especiales cubanas, vive allí una tórrida aventura adúltera con Valerio Martinelli, viejo profesor italiano y erotómano consumado. La pareja tenía los encuentros en el Hotel Mecenate, frente a la Basílica de Santa María la Mayor.

Como solo conocía ese hotel por referencias, decidimos —viajaba con mi mujer— hospedarnos ahí para comprobar cuánto se parecía la realidad a la ficción. Pero la suite de la novela la ocupaba “una pareja de argentinos”. Aceptamos otra. La sorpresa vino durante la cena, cuando se nos acercó la pareja. Me identificaron por la foto. Se habían conocido en un club de lectura donde examinaron ‘La mujer del coronel’. Se enamoraron (acababan de divorciarse) y decidieron repetir las hazañas amatorias de Nuria y Martinelli. “¿Qué tal el experimento?”, pregunté temeroso. “Estupendo”, responden, antes de marcharse abrazados.

La segunda sorpresa fue el Museo Centrale del Risorgimento Italiano, uno de los más prestigiosos, próximo a las ruinas de la Roma imperial. Exhibían una selección pictórica de Julio Larraz, uno de los más reconocidos pintores contemporáneos.

Larraz, que deja Cuba de adolescente y se forma en Nueva York, comenzó como caricaturista e ilustrador de grandes publicaciones americanas —New York Times, Vogue— pero luego, dedicado a la pintura, vivió en París y en Florencia, hasta, finalmente, radicarse en Miami. ¿Qué lo hace un gran pintor? Todo: la composición, los personajes, la ironía suprema. Nunca abandonó el humor cáustico del caricaturista: sus desnudos femeninos, militares poderosos, políticos corruptos, hasta sus naturalezas muertas transpiran un tono crítico vecino de la burla.

La tercera sorpresa es Roma misma. Llegábamos de Madrid, donde la crisis económica se vive como si fuera el fin del mundo, y encontrábamos una ciudad donde nadie parece preocupado. Un amigo periodista experto en la historia y el carácter nacional me lo explica: “los italianos estamos en crisis desde el siglo V. Para nosotros, la crisis es la forma natural de vivir”. Es cierto. Se olvida que Leonardo, Miguel Ángel y el Renacimiento ocurrieron en medio de desórdenes, masacres y guerras civiles. Durante tres siglos, mientras Italia vivía una intensa decadencia, la Comedia del Arte dominaba la escena de Occidente. Cuando España era el poder político y militar en Europa, su mejor pintor, Diego Velázquez, viajaba a Italia para empaparse de la técnica de los maestros venecianos y florentinos. Es como si la sociedad hubiera aprendido a esquivar la adversidad que les deparaba el sector público, manteniendo su asombrosa creatividad. Por algo se habla de la Roma eterna.

Suplementos digitales