1) Cuando era niño me molestaba mucho que nos trataran como si fuéramos bobos, especialmente en esos cuentos infantiles hechos para tarados. Las monjas se hubieran horrorizado si hubieran escuchado las barbaridades que hablábamos desde los 7 años en el patio del colegio de Manta. A los 10 ya había leído por mi cuenta ‘El Conde de Montecristo’ en su versión completa de editorial Thor que todavía conservo. Y releo. Ya me dirán ustedes lo que ven los niños de ahora en el cable y el Internet.
2) Desde los tiempos de la Colonia la pintura fue el género en el que alcanzamos el más alto nivel estético. Y así continuaba hasta que a finales del siglo XX llegó la novedad del arte conceptual (que ya declinaba afuera) y muchos de nuestros pintores, seguidos por los estudiantes, abandonaron el género que dominaban y sus obras se volvieron intelectuales, áridas, a veces incomprensibles. Se creó un vacío plástico que lo ocuparon los maestros anteriores, los fotógrafos, los diseñadores gráficos, los ilustradores.
3) La literatura ecuatoriana no ha sido bendecida por el sentido del humor y la diversión. Prevalecen las obras oscuras, densas, existenciales, que pueden estar mejor o peor escritas, pero que ahuyentan a los lectores. (Si hasta Borges era juguetón). Claro que hay excepciones, sobre todo entre los jóvenes, pero, en general, novelas y cuentos nacionales circulan poco porque los lectores migran a otros espacios, máxime ahora que la oferta virtual es casi infinita.
4) En ese contexto asistimos hace rato a un boom de la literatura llamada infantil o juvenil, donde las ilustraciones ocupan un papel muy importante. Entre los nuevos valores de la creación gráfica sobresale el colectivo Deidayvuelta, formado por Roger Ycaza, Marco Chamorro y Santiago González.
Me he divertido mucho mirando algunos trabajos de Chamorro, tales como ‘Quiero ese beso’, ‘Mestre Wilson’ y ‘Felini’, donde las imágenes cuentan la historia y los textos son secundarios. O simplemente desaparecen como en el librito de Roger Ycaza sobre el mundo de la música, aunque él también ilustre otros libros que ganan premios internacionales con textos más desarrollados. De González se destaca ‘Único en su especie’ sobre el Solitario George y sus panas que se mueven gráficamente por las islas Galápagos.
5) Por el lado de la escritura, María Fernanda Heredia, una de las protagonistas del boom, narra historias interesantes, actuales, con conflictos donde los niños pueden verse reflejados, como en ‘300 kilómetros con Rebeca’, ilustrado por Ycaza. No se queda atrás la prolífica Edna Iturralde pues su biografía de Guayasamín y la historia del fútbol ecuatoriano, por dar dos ejemplos, parten de una buena investigación y presentan de un modo entretenido para chicos y grandes el mundo del pintor y de los jugadores de fútbol, con ilustraciones de González. Esa es la clave: para chicos y grandes, no para bobitos.
pcuvi@elcomercio.org