Las campañas electorales ecuatorianas se han caracterizado por su alto nivel de demagogia. Las ofertas son siempre las mismas, todas de imposible cumplimiento, condensadas en fórmulas similares, acuñadas por publicistas. Debe ser difícil hallar consignas para tantos candidatos que dicen en el fondo lo mismo: que serán diferentes, que serán honrados, que traerán paz; esas las propuestas abstractas. Las propuestas concretas garantizan empleo, casa, educación, salud. Todos ofrecen hacernos sabios, sanos y buenos pero nadie dice cómo, por lo que resulta que las ofertas concretas son también una abstracción.
Además de abstractas, las ofertas son personales. En Ecuador hay más afiliados a partidos políticos que electores, según las firmas presentadas al Consejo Nacional Electoral; y sin embargo, en ninguna parte se desprecia más a los partidos. Los candidatos no surgen de partidos sino a la inversa, el candidato hace el partido, el eslogan, el banderín y el logotipo, simples requisitos .
La primera discrepancia entre candidatos ha sido por la propiedad de una oferta demagógica, la de subir el Bono de Desarrollo Humano o bono de la pobreza. El candidato-banquero le ha madrugado al candidato-gobernante anunciando que lo subirá a USD 50. Para mayor mortificación del gobernante, ha anunciado que lo financiará con el dinero que se malgasta en propaganda. El candidato-gobernante se ha indignado. Para mojar la pólvora del adversario, anuncia que subirá el bono antes de las elecciones y que lo pagará con las ganancias del candidato-banquero y su gremio. Cada uno quiere hacerle pagar al otro; eso es saludar con sombrero ajeno.
Un tercer candidato que hubiera entendido el juego podría decir que sumará las dos fuentes de financiamiento y elevará el bono de la pobreza a 60 dólares o más y…¡fin de la pobreza! Este concurso de mal gobierno garantiza la elección del peor. Y nada tiene de extraño: la última reelección de Chávez ha probado que se puede gobernar mal y seguir ganando.
Si quisiéramos elaborar la receta del mal gobierno tendríamos que tomar del chavismo todos los ingredientes. Algo así: prepare las brasas de la inseguridad, diluya en agua las instituciones, aumente gasto público con exageración; cuando la inflación sea alta añada dificultades a la producción, sazone la olla democrática con generosos bonos, baje la llama de la producción petrolera, reparta el cocido a sus acompañantes antes de que haya hervido y lo que sobre, ponga a la mesa nacional espolvoreando con corrupción.
La receta del mal gobierno se la disputarán entre los candidatos en el Ecuador si no tienen voluntad política, audacia y creatividad para derrotar al populismo.