¿Es políticamente correcto crear obras de arte que no aludan a los acuciantes problemas sociales? ¿Seguimos anclados en el debate dicotómico del arte en función social versus el arte por el arte? Existe, qué duda cabe, un oculto prejuicio de galeristas y museos del trabajo de aquellos artistas que persiguen la excelencia estética, que investigan los materiales en sí o la incidencia de la luz sobre la materia. Como historiadora del arte valoro ambas posiciones, si tratadas con rigor. Marcela García, fotógrafa de la naturaleza, pertenece al segundo grupo.
Después de 13 años de silencio, su muestra ‘Naturaleza desnuda’ (Galería Iliana Viteri) deslumbra por lo impecable de la misma en términos de abstracción fotográfica, montaje, selección; por la honestidad en la búsqueda de una apropiación subjetiva del lugar que desea obsesivamente captar los espacios donde la luz se posa destacando las texturas y la policromía. Sus pictóricas fotografías desconciertan al espectador, en no pocas ocasiones cree hallarse frente a un óleo. No en vano Marcela admira a los impresionistas, sobre todo Monet a quien ha estudiado con entusiasmo y dedicación. Es el lado conciliatorio de la imagen lo que me interesa, comenta. Es una búsqueda individual, interior, decimonónica y romántica, sin manipulaciones del objeto fotografiado. Sus imágenes producen paz y armonía, una sensualidad reposada distinta a aquella de la serie ‘Glaciales’ que presentara en Art Forum en 1998, pero claro antecedente de su camino hacia la abstracción.
Su archivo de 100 000 diapositivas, miles en blanco y negro, miles adicionales digitales, están organizadas geográficamente por las decenas de lugares visitados durante más de 30 años. La selección, por ende, fue durísima; el criterio: la limpieza de la imagen, la búsqueda de marcados espacios y líneas horizontales, la calidad; su apoyo, Roberto Frisone, el gran director de arte en el campo cinematográfico. No importa el donde fueron tomadas, interesa el objeto final, una ventana hacia lugares solitarios, hacia una naturaleza poco accesible y contaminada que finalmente se transforma en franjas de luz y color. Una solitaria en el panorama nacional de fotógrafos del paisaje, la mayoría interesados más bien en documentarlos.
Me paseo por la exposición y ya no se bien si solo me habla al ojo o al oído, existe una especie de musicalidad interna que las anima. Cierro los ojos y escucho a Debussy, a Satie. Y así me dejo llevar y me lleno de vivencias, de deseos. Despierto recordando la fecha conmemorativa de museos del mundo en la esperanza de que estas entidades de la creatividad cultural pongan especial cuidado en captar de manera sutil la labor de estos solitarios artistas que dicen mucho sobre la necesidad de una transformación profunda de la humanidad.