En el mundo actual, los estados multiplican las negociaciones para armonizar sus intereses y progresar. Saben que las decisiones que adopten, individual o colectivamente, afectarán a todos. La explicación doctrinaria de estos hechos se encuentra en la globalización y la interdependencia, dos realidades sobre cuya constatación diaria se debe fundamentar la política internacional.
En toda época, los estados con poder nacional limitado han buscado métodos para compensar sus debilidades y aumentar su capacidad de negociación. Bolívar anheló que los países de América Latina se unieran para conversar de igual a igual con la emergente potencia norteamericana. La integración entre estados no es otra cosa que la aceptación de la sabiduría del viejo adagio “la unión hace la fuerza”.
Al nacer, el Ecuador era el país americano que se encontraba en la más desventajosa y lejana situación geográfica, en relación con el poder mundial, que se situaba en Europa. Este factor geopolítico jugó un papel importante en el destino nacional. La construcción del Canal de Panamá atenuó los efectos negativos de esta realidad, pero el fondo del problema subsistió. El fortalecimiento de la Cuenca del Pacífico podría ampliar nuestros horizontes.
Por estas, entre otras razones, para el Ecuador la integración debe ser uno de los vectores sustantivos de su política externa. La Comunidad Andina, con amplia historia y valiosas concreciones, ha venido afrontando dificultades que los gobiernos tienen la capacidad y el deber de resolver. Retirarse de la CAN podría afectar aún más los intereses del Ecuador. El Mercosur agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y tiene vínculos con Chile, Bolivia, Perú y Venezuela; Colombia y Venezuela han institucionalizado sus relaciones con México y Centroamérica; Chile y Perú han suscrito entendimientos con muchos países. En el caso del Ecuador, en cambio, las negociaciones con Europa son cada vez más improbables pues la Cancillería ve en ellas una nueva forma de colonialismo; un acuerdo comercial con los Estados Unidos ha sido prácticamente descartado; la Cuenca del Pacífico no está entre las prioridades oficiales, mientras Colombia, Chile, México y Perú adelantan trabajos para crear, en ese contexto, un “área de integración profunda”. Ni la Unasur ni menos la ideológica Alba están en condición de compensar o atenuar la consecuencia de un Ecuador solitario.
La aprobación de un acuerdo comercial entre terceros -Estados Unidos y Colombia- nos ha beneficiado con la extensión temporal de las preferencias del Atpdea. Parece justificado y necesario pedir que el ministro Patiño entregue al pueblo un informe amplio y satisfactorio sobre los resultados de su actual gira por Europa y Asia y sobre el estado de las relaciones comerciales de nuestro país.