Marcelo Ortiz Villacís
Columnista invitado
En la Constitución vigente desde el 2008 consta el Título VII “El Régimen del Buen Vivir” que desarrolla unas nuevas formas de convivencia, y lo hace a través de Sistemas, Institutos, Políticas, Programas y Servicios. Todo desde la visión que tiene el hiperpresidencialismo para modelar la vida de las personas, tal vez sin respetar todas las culturas que, a lo largo del tiempo y de varias generaciones, han ido formando los núcleos familiares; esto es, enmarcándolos en los diseños que elabore el Estado en educación, hábitat y vivienda, seguridad, comunicación social, cultura física y tiempo libre. Esta vida dirigida desde las cumbres del poder, es incompatible con la política social que practican países europeos de alto nivel de vida a través de salarios suficientes para que sean administrados por los núcleos familiares. Esos países son Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega donde funciona la democracia pluripartidista y se practica la independencia de los otros poderes como el Legislativo, Judicial y Electoral.
Aquí, en cambio, se desconocen los índices verdaderos de desempleo y subempleo, se continúa con subsidios al gas, gasolina, al auxilio mensual para casi dos millones de pobres con USD 50. A la par, crece la deuda externa multilateral y la más onerosa de China; se disminuye la reserva de oro del Banco Central, se crea dinero electrónico, y se descapitaliza al IESS.
En el último tramo, de casi tres años que faltan, para completar 11 años de gobierno de Alianza País, se anuncia que, a través de una flamante Secretaría del Buen Vivir adscrita a la Presidencia, y con nivel de ministerio, se ejecutarán programas a un costo de USD 12 190 173 para encontrar, al final, horizontes de felicidad en ciudades del Buen Vivir planificadas por Senplades, al mismo estilo del Viceministerio de “la suprema felicidad” que creó Venezuela hace ocho meses, en medio de la inflación más alta del mundo, y de la escasez clamorosa de productos básicos de consumo y de alimentación. Estos proyectos inéditos entregará el Ecuador a las Naciones Unidas, y tal vez pidan a Guinness que abra un expediente para obtener la presea de una sociedad casi perfecta.
¿La sociedad ecuatoriana estará dispuesta a aceptar esta vida dirigida? Por eso, es pertinente recordar que en los clásicos totalitarismos se dieron leyes rígidas para la vida social, prohibieron manifestaciones eróticas en público, regularon horarios para diversiones y ejercieron controles para lograr la fidelidad política. Stalin reguló el consumo de bebidas alcohólicas y la vida nocturna hasta suprimirla, y determinó que el vestuario femenino sea de cuerpo cubierto hasta el cuello. Hitler decía que las masas están más satisfechas con el trabajo diario en cualquier sitio que se le asigne, por sobre la vida conyugal. Mussolini imponía el terror a través de marchas de sus fieles camisas negras, e incitaba a las mujeres para que tengan hijos entregados al fascismo.
Este Buen Vivir tiene marcos legales rígidos, especialmente en el Código Monetario y Financiero y en el Código Integral Penal.