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Soy socialista

No escucho las sabatinas, aunque leo con detalle la información respectiva tanto en la prensa independiente como en la gubernamental.

Pero el sábado 10, navegando por la televisión, me encuentro al Presidente bromeando a Ramiro González, de quien se expresó muy bien (merecidamente), pero le refregó un defecto: que es socialdemócrata, mientras que él, Rafael, es socialista.

Y distinguió: los socialdemócratas quieren reformar el sistema, los socialistas son revolucionarios, quieren cambiarlo, y este es un gobierno socialista.

Es correcta la precisión que hace el Presidente. ¿Qué busca insistiendo sobre la naturaleza socialista del régimen, y sus intenciones de cambiar el sistema?

¿Es socialista el electorado ecuatoriano?

En el referéndum y consulta de mayo, el Presidente ganó terreno en la Costa rural, con el electorado que vota por Abdalá Bucaram. Ni ese electorado ni Abdalá, son socialistas. El Socialismo, en la acepción estricta a la que se suscribe el Presidente, concita la adhesión de un pequeño (aunque entusiasta) segmento del electorado. ¿Le da votos a Correa, esta proclamación socialista? No lo creo.

Reafirmar que el objetivo del Régimen es ir hacia el Socialismo es aseverar que se va a la eliminación, o al menos a la severa afectación, de la propiedad privada de los medios de producción.

La repetida proclamación de Socialismo atiza la incertidumbre sobre cuáles serán las normas que rijan a futuro para las empresas privadas.

La mayor incertidumbre se traduce en que los inversionistas solo emprenden en negocios de corto plazo, puesto que el Socialismo no regirá de manera inmediata, o en proyectos de más largo aliento cuya rentabilidad potencial compensa el mayor riesgo.

Es por eso que a pesar del favorable entorno macroeconómico, resultado del alto precio del petróleo y del apoyo financiero de la China, país con el que hay una alianza estratégica, según indica el Presidente; a pesar de la radical transformación de la infraestructura vial, que debe ser hoy una de las mejores de Latinoamérica, hay poca inversión privada en nuevos emprendimientos que creen buenos empleos.

Hay incertidumbre, mas no certidumbre que el país va hacia el fin de la propiedad privada. El Código de la Producción, por ejemplo, no es compatible con una marcha hacia el Socialismo.

Hay también los que creen que la revolución ciudadana es un fenómeno pasajero.

Estos atenuantes explican que el capital no haya sido presa de pánico, que haya algo de inversión privada aunque no en la magnitud que captan otros países, entre ellos Colombia y Perú, menos ambivalentes al capital privado.

A fin de cuentas, el Presidente, con sus reiteraciones socialistas, echa agua fría sobre las expectativas positivas que pudiesen generar sus políticas.