Desde las aulas escolares he sido “zurdo” antes que diestro, comprometido con los principios de equidad social, he emitido mi punto de vista, sin poner el ojo esquivo a lo que piensen los vecinos. Mi convicción ideológica no ha cambiado más aún por ser obrero, consecuente más que con su lucha, con sus sueños; y, como todos los ecuatorianos, quiero para la Patria de mis hijos un futuro de prosperidad, paz y trabajo, esto en base de una buena educación, atención en salud y alimentación.
Seguramente quien es “diestro” coincidirá conmigo, pues buscamos lo mismo al fin y al cabo. Pero, qué decepción me ha causado el socialismo del siglo XXI, un galimatías que no lo descifra ni su propio creador; y, no lo entienden sus propagadores. El insulto, la mofa, el cinismo, el abuso y hasta el escarnio, no pueden ser los principios de un sistema o una ideología progresista. Hasta Carlos Marx (el alemán, aclaro) se revolverá en su tumba al saber que se amordaza la opinión; que se pone precio a la honra.