El ajedrez del 2017 va definiéndose poco a poco. En la derecha correrán separados Guillermo Lasso y Cynthia Viteri, dos candidatos costeños. Ayer, Paco Moncayo dio un paso al frente para intentar la dura tarea de disputarle a AP los votantes desengañados del centro y la izquierda, la plataforma inicial de Rafael Correa, sobre todo en la Sierra.
¿Quién sucederá al líder de un proyecto de corte voluntarista, polarizador e intolerante con la crítica interna y externa, que además necesita mantener la economía en movimiento si quiere sostenerse en el poder? Los números -siempre los números- que arrojan distintos sondeos muestran que Lenin Moreno y Jorge Glas (así, por separado) cuentan con las intenciones de voto más altas ahora.
Al interior de AP, y una vez que ya no es funcional la promesa de una nueva elección de Correa para mantener a todos unidos, se ha permitido una discusión alrededor del perfil del candidato vicepresidencial, pues a estas alturas nadie duda de que Moreno es la opción presidencial. Pero todos saben que, más que el perfil político ideal, finalmente hablarán los números.
La matemática dirá cuál es la mejor combinación para ganar en primera vuelta, pues en lo que coinciden todos los aliancistas es que una segunda vuelta trae peligros. Ya llegará el momento de la prueba ácida: medir si Moreno (A) más Glas (B) dan como resultado A+ o A-. Mientras tanto, todos tienen permiso para seguir haciendo números.
Pero hay otros números que cuentan quizás más que la matemática electoral. El Gobierno hace esfuerzos por seguir captando recursos que le permitan mantener al Estado en movimiento, aunque en el camino, y por razones prácticas, haya tenido que abandonar el modelo económico estatista. Aunque haya tenido que olvidar los términos en los que calificó antes a esquemas de deuda menos agresivos.
Habrá que esperar para saber cuáles de los últimos cambios ministeriales se deben a la falta de resultados en el plan para concesionar o vender varios activos del Estado, incluso en sectores que defendieron como estratégicos, como un esquema con el que el Gobierno espera obtener recursos para financiar sus dificultades fiscales.
Tanto número puede hacerles olvidar que, por más que el carrusel siga girando y por más que el votante parezca preferir -por conveniencia, pereza o miedo- esquemas verticalistas, la economía no puede seguir manejándose como ahora. Que el fundamentalismo económico es insostenible y que el ímpetu fundacional terminó convirtiéndose en una ‘reformitis’ aguda, por falta de consensos mínimos.
Ni la economía ni el momento político favorecen la repetición o la clonación de un socialismo exhausto. Los candidatos a la Presidencia, sin excepción, tendrán que decir cómo enfrentarán el cambio de ciclo.