Los inicios de año suelen encontrarnos filosóficos e incluso librescos. Los propósitos, individuales y colectivos, afloran en listas la mayoría de veces incumplidas. Aparte de sobrevivir, ¿cuál es el propósito de los ecuatorianos para el 2016? ¿Qué dicen sus líderes?
La sociedad colombiana parece convencida de que ya ha empezado a perdonar y que se está encaminando a la firma de la paz. A la oposición venezolana, encarnada en una abrumadora mayoría legislativa lograda en las urnas en diciembre, la mueve la ilusión de generar un cambio estructural, frente a un chavismo dispuesto a defender el poder a cualquier costo.
En Ecuador, es difícil encontrar el propósito colectivo para el 2016. Al menos no fue posible sacar mayores conclusiones de los mensajes con los cuales los políticos con aspiraciones presidenciales irrumpieron en los hogares, bajo el pretexto de un saludo navideño y de año nuevo. Nada nuevo ni ninguna propuesta que mueva a la sociedad hacia algún lado.
El Gobierno sigue en sus siete: no reconocer la crisis económica pese a que esta se expresa ya en la vida diaria, más allá de las cifras y de hechos incontrastables: la lejana posibilidad de que el precio del petróleo se recupere en el corto plazo y un difícil entorno internacional, agravado por la apreciación del dólar y la falta de credibilidad en la conducción de la economía china.
Hay escasez de recursos para alimentar necesidades fiscales creadas a lo largo de años y es del todo previsible que se sigan obteniendo créditos y firmando acuerdos en condiciones poco favorables para el país.
Parece una necedad seguir esperando, como lo hacen algunos tecnócratas, que las cosas mejoren a mediados de año en función de análisis estadísticos poco realistas.
Las decisiones -si esto era válido en el 2015 lo es más aún este año- serán más costosas y difíciles mientras más tarden en tomarse.
Con madurez, el Gobierno debiera aceptar que, así como el capital político engorda con la bonanza, se vuelve magro con la crisis. Las cifras de los sondeos son claras y no se revertirán por efecto de la tarima o de los llamados a defender la revolución.
Una cosa es que AP ya tenga en la trabajada figura del vicepresidente Jorge Glas un sucedáneo del presidente Rafael Correa para las elecciones -y que, además, pueda exhibir algunos nombres entre los que no se ha descartado al exvicepresidente Lenin Moreno- y otra distinta que pueda sobrevivir políticamente a la crisis… A menos que este año sea un calco del 2015, en donde no hubo ninguna figura de la oposición con una propuesta movilizadora.
Desde ningún sector representativo hay mensajes relevantes y vivimos un statu quo propio de la bonanza de los últimos años. Quizás no es solo el Gobierno el que no quiere aceptar que la crisis existe. Tal vez el propósito nacional del 2016 solo sea sobrevivir.