En plena globalización, queda en evidencia que hay una línea demasiado delgada entre la soberanía y la “soberbianía”, que viene a ser algo así como la apreciación sobredimensionada de las posibilidades y los derechos de un país en el concierto internacional, llevada a extremos de manía. Se expresa en un discurso desbordado de consecuencias perjudiciales y que a veces obliga a retractaciones públicas.
La “soberbianía” a veces resulta de proyectar los argumentos de política interna en la política internacional, como si esta no fuese un enorme y complejo tejido de intereses económicos y políticos que no se puede administrar con bravatas sino con gestiones concretas. Veamos algunos ejemplos.
Hace unos meses se produjeron declaraciones altisonantes y precipitadas contra los posibles donantes de la Iniciativa ITT. El Presidente después se retractó y dio a entender que actuó sin la suficiente información, y hoy trata de enmendar el producto de una acción motivada por desavenencias internas mal resueltas, pero el proyecto para dejar bajo tierra enormes reservas petrolíferas en el Parque Yasuní sufrió un fuerte golpe en su credibilidad a causa de la “soberbianía”.
Otro ejemplo es el modo en que Ecuador se puso al margen del tratado comercial con la Unión Europea, interesada en negociar en bloque con los andinos. Mientras Perú y Colombia avanzaban, Ecuador decidió mantenerse afuera junto a Bolivia, con el argumento de que estaba pendiente una solución a los aranceles bananeros que, sin embargo, seguía su curso y afectaba también a los colombianos. Una vez que Perú y Colombia cerraron el acuerdo, Ecuador se ha visto forzado a tratar de entrar, pero deberá hacerlo bajo condiciones ya establecidas.
El último episodio es el de la inclusión de Ecuador en la lista del GAFI, entre los países que no colaboran con la lucha contra el lavado de activos. Más allá de la fortísima reacción política, se evidenció que hubo errores de procedimiento por parte del Ecuador dentro del ente regional (Gafisud).
Queda claro que, en lugar de haber superado capítulos que parecían propios de la inexperiencia como el incidente gratuito e improductivo con Brasil cuando se intentó dejar de pagar unilateralmente una deuda con el banco de desarrollo de ese país, la “soberbianía” sigue más fuerte que nunca.
Tras haber ahuyentado consistentemente la inversión externa, las ministras Coordinadora de la Producción y de Finanzas intentan convencer a los financistas internacionales de que aquí hay plenas condiciones. ¿Tuvo sentido haber actuado de modo tan hostil con algunas empresas?
Es obvio que se debe reivindicar el derecho nacional con toda la energía, pero sin olvidar la realidad ni la normativa internacionales y sin caer víctimas de la “soberbianía”, que no ha dado ningún resultado en lo internacional, como no sea haber suscitado animadversiones y demandas, y que ya tampoco venden internamente.