La frase «¡Es la economía, estúpido!», se propagó en el debate político norteamericano, durante la campaña de Bill Clinton contra George Bush (padre) en 1992. Represento la esencia y el eslogan del proceso, centrado en la cuestión económica. Fue la clave que dinamizo la campaña y repercutió en la victoria de Clinton.
Acá nos quejamos de la crónica inestabilidad, la dispersión repetida y las recurrentes turbulencias políticas que paralizan al país y asustan a los agentes de la economía. Resulta entonces apropiado sostener, que el problema del Ecuador no es su economía, puesto que somos un país de abundancia en recursos naturales y una potencialidad extraordinaria que ya habrían querido tener naciones que crecieron en la adversidad.
Cabe entonces afirmar con certeza, ¡Es el sistema de partidos! ¡Es el diseño electoral! Nuestra democracia no funciona ni funcionará con la aglomeración de remedos de organizaciones políticas. El parlamento permanecerá en su mediocridad si las candidaturas provienen de movimientos chiquitos y de caudillos de corta visión. Hay una gran cantidad de membretes que hacen feria de arriendo, alquiler o compra/venta. Negocios de algunos vivarachos. No podremos construir un régimen de partidos con la farsa de las firmas, ni inventado el agua tibia de las primarias, la democracia interna o las veedurías del CNE. Es un simulacro. Una ficción. Una comedia.
Imagínense el grado de simpleza en la que permanecemos. ¿Se justifica que la elección de asambleístas se realice en la primera vuelta electoral? El sentido más elemental de racionalidad dice que no. ¿Tiene lógica que ciudadanos procesados por corrupción postulen a candidaturas y sean protegidos con la armadura de la inmunidad? Obviamente que no. Pero el Código de la Democracia lo permite.
El correísmo levantó un sistema de partidos ilusorio. Erigió un laberinto en busca de hegemonía y dispersión. Intencional, por ejemplo, las circunscripciones. El legislador no representa a un barrio o sector, sino a la nación y su voluntad general. Los distritos se diseñaron para producir una sobrerrepresentación que quiebra el principio de la proporcionalidad. El correísmo ha sido, hasta ahora, el principal y único beneficiario.
El sistema de partidos y sistema electoral está diseñado para la inestabilidad, la fragmentación y el bloqueo. Es como colocar cadenas y obstáculos para quien, siendo elegido presidente, vaya a ningún lado. Dando vueltas dentro del círculo vicioso. Una carrera hacia ningún lugar.