El sismo como excusa

La crisis que se nos viene no es por culpa del terremoto. Eso tiene que quedarnos claro hoy y tiene que quedar claro para la historia. Y el terremoto tampoco es la razón por la que nos gravan con nuevos impuestos.

Antes del terremoto la situación fiscal ya era totalmente deficitaria y el plan de gastos del régimen (conocido como ‘el presupuesto’) era imposible de cumplirse. Veamos dos datos que evidencian esa realidad: el déficit del presupuesto y el saldo de la chequera del Gobierno.


Según estimaciones del Observatorio de Política Fiscal, antes del terremoto el déficit del 2016 era de USD 7 000 millones. En otras palabras, el Gobierno necesitaba esa cantidad para poder cubrir todos los gastos que tiene en su el prepuesto aprobado a fines del año pasado.

Un déficit como ese, cercano al 8% del PIB, es muy grande, pero es más grande aún para un país que tiene poco acceso a financiamiento o al que solo le prestan a altas tasas de interés. Es decir, el déficit era un problemón antes de que la tierra empezara a temblar.


El otro dato que nos permite medir la gravedad de la situación es el saldo de la cuenta corriente del Gobierno, técnicamente conocida como la Cuenta del Tesoro, que según el Banco Central estaba al 8 de abril en únicamente USD 112 millones, su nivel más bajo en los últimos 10 años y probablemente el más bajo desde que nos dolarizamos.

Ese saldo mejoró algo para el viernes anterior al terremoto, cuando llegó a USD 132 millones, lo cual sigue siendo un saldo bajísimo si se considera que el Gobierno tiene un tren de gastos de USD 2 500 millones al mes. Y ese saldo ya estaba bajo varias semanas antes del terremoto.
Por lo tanto, la situación ya estaba “apretada” (por decirlo diplomáticamente) antes del trágico 16 de abril.

Y ahora, bajo la excusa del terremoto, se propone una reforma tributaria que no es la solución porque no ataca al problema. Subir los impuestos tendría sentido si el problema fuera que el Gobierno recauda muy poco, pero las recaudaciones tributarias han venido creciendo consistentemente desde 1998. Así que el problema no está por ahí.


El problema en el Ecuador es que el Gobierno gasta demasiado. Por lo tanto, la solución no está en subir impuestos sino en bajar gastos, bajarlos significativamente hasta llegar a un nivel sostenible en el tiempo, un nivel cercano a los ingresos (suena como medio obvio acercar los gastos a los ingresos, pero bueno...).


Para dimensionar cuán insostenible es el nivel del gasto público, se puede considerar que si se quisiera equilibrar el presupuesto únicamente con impuestos, habría que duplicar el nivel del IVA, algo totalmente demencial porque quebraría a toda la economía. 
Finalmente, la reforma propuesta quizás recaude una quinta parte del déficit que había antes del terremoto. Como igual no se va a cubrir el hueco, ¿cuánto quedará para Manabí?

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