Lo que voy a escribir no tiene ningún fundamento científico, no tiene comprobación, no es un argumento musical basado en estudios. Se trata simplemente de compartir una experiencia en base a un hecho personal que me hizo reflexionar desde la música que adoro, desde los compositores que han inspirado mi vida.
La anécdota desagradable ocurrió durante la medianoche del 31 de diciembre reciente, mientras me encontraba con la familia, como lo hacen muchas familias por cierto, que seguimos la tradición de quemar el año viejo en la calle.
De la manera más inesperada pasa frente a nosotros un señor que desde el interior de su automóvil arrojó un petardo o bomba que estalló muy cerca mío, me dejó virtualmente paralizado, en estado de inconsciencia temporal. Inmediatamente, y por algunos minutos, perdí la audición, o sea, quedé sordo.
Paulatinamente comencé a reaccionar y sentir, de manera amplificada, solo los sonidos agudos, el llanto de un bebé, los pitos y alarmas estridentes en mis oídos. A los pocos días acudí al especialista para confirmar el diagnóstico que ya presentía: una pérdida temporal de la audición que se combatía con corticoides y algo más.
La recuperación será muy lenta y quedará un daño irreversible, me dijo muy amablemente el especialista. En los días de reposo, porque entré en un estado de irritabilidad que nunca antes había sentido, me dediqué a escuchar música clásica y se me ocurrió Beethoven.
Aclaro que esto lo narré en el programa ‘Ni pico ni placa’, que conducen los escritores Óscar Vela y Rafael Lugo, pero me dio la impresión que no lo expliqué bien y por eso recurro a este espacio.
Todos conocen que el gran compositor alemán sufría una aguda sordera y que sus últimas sinfonías prácticamente las compuso sin haber escuchado la música. Por eso algunos expertos han elaborado teorías de que los movimientos tan fuertes e intensos de esas obras, especialmente las últimas que compuso, se debían al intento infructuoso de querer oírlas.
Mientras escribía este artículo, @LorePastor tuiteó el contenido de un estudio acerca de la pérdida de la audición del compositor alemán. Eso influyó notablemente en su estilo, especialmente por la dificultad para escuchar los tonos más agudos.
Por primera vez sentí que los sonidos agudos de algunos instrumentos en las obras de Beethoven me molestaban al punto de irritarme. Fue entonces que se me ocurrió escuchar a Brahms y sentí una tremenda paz, especialmente en su extraordinario concierto para violín.
Mi sordera temporal me volvió más sensible, entendí como sufren las personas que padecen esta clase de discapacidad auditiva. Pau-latinamente mis oídos toleran otra vez a Beethoven, mientras que Wagner me resulta también un deleite inesperado para mis oídos, tal como ocurrió con Brahms.