Huelga de hambre

Hoy toca hablar de la huelga de hambre del señor Jorge Glas Espinel, ex vicepresidente del Ecuador; de la prisión del señor ex asambleísta Galo Lara Yépez; de los desvaríos del señor ex canciller Ricardo Patiño Aroca; y de la fuga de la piadosa asambleísta curul 29 e ingeniera politécnica señorita Sofía Espín Reyes. Encarcelado el primero, descarcelado el segundo, carcelable el tercero e impescable la cuarta, más allá de las frías aguas del lago Titicaca.

El señor Glas fue condenado a seis años de cárcel por el delito de asociación ilícita con Odebrecht. “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Le pusieron en la Cárcel 4 de Quito. Condenaron al tío Lobo y al sobrino Conejo a pagar la modesta suma de catorce millones de dólares. Asimismo, fueron condenados por ilícitos y asociados cuatro señores más. Todos, víctimas políticas, según el correísmo; y todos, ladrones, según la jerga popular.

Glas convirtió su celda en un confortable nido, al estilo del famoso decorador de interiores don Pablo Escobar Gaviria. Mas ocurrió un día que uno de sus publicistas y parientes, don Fernando Alvarado Espinel, cometió el error de enviar un video. En él se lamentaba de ser y haber sido objeto de persecución política. Lloroso explicaba que se había desgrilleteado en busca de mejor destino en un misterioso paraíso terrenal de Eva, manzana y culebra. Temiendo que los genes Espinel se le alborotaran a don Jorge, la autoridad competente le mandó al Centro Regional Latacunga, una cárcel cruel y fría, con calefacción express para tan ilustre costeño. Y allí, al pie del Cotopaxi, se declaró en huelga de hambre para vindicar su derecho de ladrón honrado. Y casi moribundo le trajeron al Andrade Marín y los aires de la capital lo resucitaron. ¡Caretuco!

El ex asambleísta Galo Lara, azote del presidente Rafael Correa, cumplía con su misión fiscalizadora con evidente gusto y con sangre en el ojo. Providencialmente para Alianza País, hubo un crimen atroz en el cantón Quinsaloma. Galo Lara, el supuesto autor intelectual de tanta sangre derramada, fue condenado por nuestra Justicia a diez años de prisión. “Aferrado a la torre de mi orgullo yo no quise que vieras mi dolor”. Y proclamó y proclamaba su inocencia y le trataron y le trataban mal. Y no se suicidó. Y al parecer todo habría sido una patraña.

¡Qué contraste entre los dos presos!

El señorito Patiño Aroca, autor de tanto desafuero en sus tres ministerios, tuvo el cinismo de incitar a sus compinches a combatir en las calles al presidente Lenín Moreno. Y no lo metieron en la cárcel, lugar en que debería estar desde hace fu.

Y a la señorita Sofía, visitadora de cárcel, no le pusieron grilletes.

Los grilleteados somos todos nosotros. Se nos burlan los ladrones. Se nos burlan las comadres. Y a este paso, nuestro amado presidente Moreno y los correístas nos van a poner a todos en una huelga de hambre siquiera por diez años.

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