Sara de la Mancha

“Cuando calienta el sol, aquí en la playa, siento tu cuerpo vibrar cerca de mí”, rock lento preferido hace fu, fu, fu.

Hoy, ayer, anteayer 10 de agosto de 2018, puente de cuerpos vibrantes de playa y de sol. Obra de unos quijotes de hace doscientos nueve años que comenzaron el largo proceso de independencia que culminó el 24 de mayo de 1822. Round trip flight a la libertad. De Quito a Quito.

Ninguna muchacha en bikini sentirá vibrar el cuerpo de Juan Pío Montufar al entrar en el agua con Manuela Cañizares. Ninguna abuela oleada de pies a cabeza oirá al obispo José de Cuero y Caicedo decir despacito “Es tu palpitar, tu recuerdo, mi locura, mi delirio, me estremezco ¡oh, oh, oh!” al saltar las olas recordando la húmeda adolescencia en su Cali natal.

La bandera del Ecuador ondeaba al ritmo de las olas en el bote del capitán Reginald que seguía a la quiteña, de ascendencia paterna cuencana, Sara Palacios, cuando nadaba, estilo libre, de Inglaterra a Francia el 11 y 12 de julio de este año. Nadaba solo en traje de baño sin buzo protector para mares fríos. Nadaba sola, no en posta. Primera ecuatoriana en cruzar el canal de la Mancha.

Décima sudaca en hacerlo. Sonó la bocina del barco. Sara saltó al agua. Era de noche. Once menos cinco. La distancia en la parte más estrecha o paso de Calais es de 33 kilómetros. Han pasado doce horas y Sara no llega, no puede luchar contra la fuerza de las corrientes marinas, le grita el capitán que una hora más, el tiempo se vuelve eterno. “El momento que salgo del agua se para el cronómetro, 12 horas y 58 minutos, son las 11:53 de la mañana y he recorrido cerca de 42 kilómetros”.

Le acompañan desde el bote Sandra Rodríguez Valdivieso, la mamá; Santiago Palacios, el papá; y el esposo, Diego Egas. Hay un árbitro oficial. La vista fija en la nadadora y en el barco. Si chocaran, la descalificaría.

¿Qué tiene que ver este cruce con el Primer Grito del 10 de agosto de 1809? Nada en apariencia. Mucho en sustancia. Los héroes de agosto dejaron sus comodidades, leyeron los tiempos, algunos de ellos murieron en la represión del dos de agosto de 1810, otros fueron desterrados a tierras lejanas, otro cargado de cadenas prisionero en Cádiz, murió en un lazareto cercano a Sevilla. Sara ha querido dejar en alto el nombre de Ecuador en estos tiempos en que nuestra patria anda tan mal vista, tan mal entendida; más aún, quiere ella nadar en los estrechos de los siete mares. Su próximo será, precisamente, nadar de España a África, cruzando el mentado estrecho de Gibraltar. Hay, en ambos casos, el amor a la patria. Sara es fruto de un hogar donde hay amor. En nuestro país necesitamos ir creando amor, El amor al prójimo es amar a la patria. Sara de la Mancha nos ha dado un gran ejemplo. Vibremos.

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