Mañana esperamos ser una nación en libertad; anteayer esclava, ayer en semidemocracia. Escuchemos a Abraham Lincoln en Gettysburg. Su palabra emite un destello de luz que alumbrará el nuevo renacer entre penumbras.
En Gettysburg, Pennsylvania, se dio la batalla decisiva para el triunfo del Norte contra el Sur en la guerra civil estadounidense. -12-04-1861 a 09-04-1865- Aquél sufrió 22.400 bajas; éste, 30.750. Fue entre el 1 y el 3 de julio de 1863. Salvada la nación de los Padres Fundadores, Lincoln la inmortalizaba el 19 de noviembre de 1863.
He aquí un pálido resumen: “Hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en Libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales”. Esta guerra civil podría hacer de una, dos naciones. Vamos a consagrar una porción de este campo como último descanso de quienes la han salvado. No podemos consagrarlo. Ellos ya lo hicieron. El mundo no recordará lo que decimos, pero no olvidará lo que nos dieron. Debemos concluir la tarea inconclusa con el mismo fervor con que entregaron su vida, para que esta nación, Dios mediante, tenga un nuevo nacimiento en Libertad. “Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la Tierra”.
Tendremos, pues, democracia plena si en las pequeñas guerras civiles cotidianas defendemos la Libertad para que Ecuador vaya llegando a la igualdad de oportunidades para todos los que en él habitan. Para que Ecuador perdure, debemos dar nuestra vida con fervor como la dieron nuestros fundadores a fin de que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de nuestra patria.
Un presidente del Ecuador sin el concurso de todos nosotros, por más capaz que sea, por más justo que fuese, por más dedicado a su trabajo no podrá llevarnos a esta meta con Libertad sin que lo apoyemos todos en las tareas esenciales. Salud, educación, empleo, devoción por la patria y no de palabra sino de obra: unidos para lo imprescindible, generosos de espíritu, pagadores de los impuestos, nunca jamás ladrones. El patriotismo no es un vestido que se pone y se quita. Es un deber, una obligación, una condición para que un estado crezca y perdure.
Se engendra una nación para que su gente sea feliz. No hay felicidad sin libertad interior y exterior. Y no hay esta doble libertad si no cumplimos con la ley suprema, con lo que manda la Constitución cuya finalidad es que seamos felices. Si no vale para esto, hay que cambiarla. La de 2008 no pudo hacernos felices porque no es el gobierno para el pueblo, sino para que el gobierno pueda convertirse en dictador, sea injusto y se enriquezca.
Afirman locos piadosos que Santa Marianita dijo: “La patria no desaparecerá por los terremotos sino por los malos gobiernos”. Señor Lasso: ¡Cumplamos todos con el Código de Ética y seremos felices, muy felices!