El próximo 25 de mayo, los ciudadanos de la Unión Europea concurrirán simultáneamente a las urnas para elegir a aquellos que ocuparán las 751 bancas del Parlamento europeo en Estrasburgo.
Si las encuestas aciertan, uno de cada cinco de esos escaños irá a parar a los llamados “euroescépticos”. Con sus grandes diferencias, todos ellos tienen un denominador común contestatario: su sentimiento antieuropeo. Para estos partidos populistas, el euro y las restricciones presupuestarias impuestas desde Bruselas han sido los grandes responsables de las penurias sociales desatadas por la crisis económica de 2008, extendidas por seis duros años. El debate futuro en el seno del Parlamento europeo promete ser ríspido.
El caso de Francia es, quizás, paradigmático y sugestivo. Una encuesta del 15 de febrero -dada a conocer por Le Figaro- nos muestra que el 44% de los galos cree que la Unión Europea es positiva para su país. Un 22% está en las antípodas. Además, un 54% de los franceses siente que la Unión Europea no amenaza, para nada, su identidad nacional. Pero hay un 45% que se siente amenazado. Cuando se pregunta qué es lo que sienten con la idea de Europa, el 45% de ellos contesta decepción. Sólo el 18% dice esperanza. Un 6%, más enfático, prefiere responder confianza. Y un 12% contesta indiferencia. Apenas un 5% responde orgullo. Y un flaco 3% manifiesta satisfacción. Un 7% de entrevistados contesta rechazo y 4%, miedo.
La reciente anexión militar rusa de Crimea puede alterar esas respuestas porque ha hecho resucitar temores propios de la Guerra Fría; ha puesto nuevamente de relevancia como Europa es, para millones de almas europeas, un auténtico símbolo de democracia y una garantía de vivir en libertad, en tolerancia y pluralismo. Una esperanza de paz y estabilidad. Quienes ven amenazadas sus libertades aspiran vivir en Europa como refugio.
La Vieja Europa, en la que creciera el nazismo y fuera testigo del horror del genocidio, pudo con alto costo sobreponerse a esos gravísimos males y edificar el accionar de quienes advierten sus libertades amenazadas por las mil caras -y disfraces- del autoritarismo.
Por esto, en Kiev creció la desesperación cuando, de pronto, pareció cerrarse la puerta de acceso de Ucrania a la Unión Europea. Por esto la rápida firma del convenio de asociación, hace muy pocos días. Lo de Crimea ha generado explicables remezones en donde alguna vez fuera el totalitario imperio soviético. Ocurre que, ante lo sucedido en Crimea, Polonia, Estonia, Lituania y Letonia -que ya son parte de Europa- han procurado enseguida el apoyo europeo. Por esto, se desplegarán simbólicamente tropas europeas en sus territorios. Mientras los aviones de combate franceses ya han aterrizado en algunos de sus aeropuertos, a la manera de advertencia y señal de que la política de los “hechos consumados” tiene límites.