El silencio invita a pensar

En este corto período de silencio electoral, aislados de la bullanguera campaña, conviene pensar en la democracia y en las formas de vida social que queremos o que nos proponen. El Estado benefactor que cuida de nosotros y nos ofrece todo gratuitamente a cambio solo de nuestra libertad, está en un extremo de los sistemas que este mundo ofrece. En el otro está el individuo libre que busca su propio bien y en su nombre decide comprar todo, especialmente lo que no necesita, atiborrarse de bienes hasta perecer, como decía la frase de la revolución de Mayo del 68, reventando de confort. Pensar lo bueno y lo malo que nos ofrecen los sistemas sería un buen pasatiempo mientras dura el silencio.

Conviene advertir que las dos propuestas son democráticas porque así se proclaman y porque son elegidas por mayoría. Aunque sabemos, de antemano, que “la palabra democracia se ha vuelto estúpida y fraudulenta…una escopeta cargada que no debe dejarse manejar a esos párvulos del pensamiento que son los políticos’’, según decía José Ortega y Gasset. Cada bando proclama la verdadera democracia, al estilo de los creyentes que aseguran que la religión que profesan es la única verdadera. Desde la extrema izquierda hasta la externa derecha y desde la estupidez supina hasta la sabiduría máxima, establecen términos excluyentes para describir lo que es democracia. La palabra se ha vuelto vacía, no los posibles contenidos.

Quizá conviene pensar que la verdadera democracia no tiene que ver con los extremos, que está en el centro que viene a ser el punto más lejano de los extremos. Una democracia que acepte la decisión de la mayoría, pero mayoría informada, no rebaño arriado con engaño. Una democracia que piense no solo en los derechos del individuo sino también en la existencia y los derechos de los colectivos. Una democracia que acepte la derrota con dignidad y la victoria con humildad, en la cual el ganador deje de pertenecer a su bando para pertenecer a todos.

Pasa lo mismo con los sistemas económicos que avanzan hacia los extremos. Estado propietario que distribuye la ineficacia y la pobreza, a un extremo. Individuos egoístas, que compiten en inequidad, en el otro. Chesterton nos invitó a pensar al margen de estereotipos y fanatismos cuando nos dijo: “el capitalismo ha hecho todo lo que amenazaba con hacer el socialismo”.

Al concluir el proceso electoral sería interesante y democrático pedirle al ganador que piense en lo que proponía el perdedor y mostrar que quiere gobernar para todos modulando su propia propuesta. No sería mucho pedir al perdedor, si dice que cree en la democracia, que acepte y promueva la asimilación de la derrota en lugar de repartir el veneno de la envidia y fabricar una cuadrilla de demolición con sus más fanáticos partidarios. Aprovechar el silencio para pensar en la democracia es la mejor forma de prepararse para la victoria o para la derrota.

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