El silencio

El silencio… Representado en esos momentos de soledad indispensables para vivir en paz y tranquilidad con uno mismo, es positivo, llena de energía. El silencio permite la reflexión, escucharse a sí mismo y tener una vida más consciente y productiva. El silencio es indispensable y, por lo tanto, además de productivo, necesario para el bienestar del humano. Pero, así como es productivo, puede ser destructivo cuando se guarda un silencio indebido, casi culpable, decidor de muchas cosas cuando no se defiende a un pueblo que está pasando por una guerra política que afecta todos los aspectos de la vida de un país.

El silencio puede producirse ante la duda. ¿Se defiende a un político que aunque ganó una elección no demuestra las habilidades para gobernar un país? ¿Se calla ante el dolor de un pueblo que ha visto la muerte de sus conciudadanos sin diferencia de edad, sexo o condición? ¿Será que el común de los ciudadanos puede ver una realidad tan transparente como el agua y sólo algunos, en una cómoda cúpula de un falso poder, no verla? El silencio puede ser ciego, represivo y demostrar una inmensa inseguridad.

El silencio ante líderes encarcelados y mujeres valientes que no callan ante la injusticia no tendrá perdón históricamente. El silencio ante la muerte de jóvenes que salen a demostrar pacíficamente y que gritan a pulmón: "Si no nos dejas soñar no te dejaremos dormir", traerá consecuencias inimaginables. Es que quizá, ¿el miedo lleva al silencio? Será todo esto como una predicción del futuro de muchos que creen tener el poder absoluto, hasta que la gente despierta incrédula y grita a voz en cuello porque no tiene libertad de expresión, porque no encuentra comida o bienes de primera necesidad… La falta de expresión clara por parte de otros líderes los convierte en cómplices. Las organizaciones y gobiernos de otros países que no han reclamado junto a una gran mayoría serán cómplices encubridores de la injusticia, de un crimen que trae dolor y muerte.

La conversación entre una mujer y un hombre venezolanos que se dio espontáneamente en una vereda de Caracas y que ha dado la vuelta al mundo, habla del problema más importante. Ella, una mujer educadora y él un hombre común que le dice repetidamente: "Es que ustedes y nosotros", denotando la división de un pueblo, es la mejor muestra de lo peor que le puede suceder a un grupo humano que se encuentran dentro de los mismos límites geográficos y se cubren con la misma bandera. Ella terminando con un abrazo, no puede existir un ustedes y un nosotros, en un país. La división crea guerras y trae dolor y finalmente el despertar con la lucha hasta el final, que se esperaría sea positiva.

Deben defenderse a los líderes populares, los Leopoldos y María Corinas, los sin nombre que perdieron no sólo sus sueños sino la vida misma en la defensa de los principios y derechos del hombre en un mundo libre. Esto probará que poderosos hombres y mujeres no sólo hablan de la democracia sino que la practican.

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