Silenciar o silenciarse

No debería ser una sorpresa para la prensa que los miembros del Gobierno no le den entrevistas, ya fue así al inicio del Gobierno en que solo el presidente era el portavoz gubernamental. Eso le permitió convertirse en el centro de todo y en hacer de sus posiciones las únicas definiciones del Gobierno, privando a los demás de iniciativa, con lo cual se convirtió en lo que el Presidente llama “líder” y varios análisis caudillo.

Ahora, los medios gubernamentales serán cajón de resonancia oficial y resultará más cómodo para construir una sola voz; más fácil en la campaña electoral definir una imagen concordante con su estrategia para ganar votos y deslegitimar al oponente. La sociedad se hará más conservadora: menos debates, más polarización. Pero se entiende mal que Correa imponga esta práctica cuando tiene una aceptación y credibilidad excepcionales para gobernar cómodamente. Contrariamente a la oposición negro y blanco, mal se puede negar que diversas políticas del Gobierno son alentadoras para el Ecuador. Sin embargo, el Presidente persiste en borrar con el codo lo que hace con la mano. El juicio a El Universo ya quedó como una mancha a la idea de libertad y democracia, una pésima página del ya manchado ejercicio de justicia y la imagen inevitable de un presidente que la controla y quería inflar su chequera. El “perdón” no borra eso, son las imágenes que quedarán; fue en concreto un atentado al pluralismo, por justificada haya sido la queja contra Emilio Palacio.

Los portavoces del Gobierno negaban que haya persecución a la prensa y atentado a la libertad de expresión, a pesar que el Presidente se encargaba de desmentirles los sábados. Ahora, vuelve a este camino. Pedir que no se compre las publicaciones de aquella prensa que no sigue sus posiciones y prohibir que sus ministros den entrevistas a la TV privada, no podrá sino incrementar una imagen negativa que quedará para el futuro. Por más campañas que haga contra la prensa, la injustificable posición perdurará. Entonces, es legítimo preguntarse ¿por qué Correa se empeña en desfigurar la imagen de su gobierno aquí y afuera? Muchos aluden a características psicológicas del Presidente, así como al silencio que se han impuesto sus colaboradores por adhesión al puesto o a la coyuntura política actual; además, estaría la necesidad de justificar que tuvo razón en su guerra a la prensa. También, sería un modo de reforzar la lógica de polarizar que ha sido su principal estrategia, estará la buena prensa vs. la mala con la oposición, lo que revele esta prensa –como la creciente corrupción- no lograría credibilidad. Pero esto tiene límites, ya no convence tanto. Este toque de cinismo acabará en bumerán algún día, es canción conocida. Además, el Gobierno se priva de un espacio público que necesariamente será llenado por la oposición, un gran regalo para una oposición política alicaída.

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