Esta semana tuve la oportunidad de estar en Singapur, en uno de los foros más importantes del mundo: Mercados Emergentes Asia-América Latina. Una gran oportunidad para conocer de cerca, de primera mano, cuáles son los motores de mercado que están haciendo funcionar la relación entre estas dos grandes regiones. Y la conclusión es que hay al menos tres cambios de fondo que si no los tomamos en cuenta, llegaremos tarde y mal al futuro.
El primero, la crisis ha hecho que Estados Unidos y Europa salgan del mapa preponderante en el sistema económico internacional. La opresión ya no vendrá ni de Europa ni en Estados Unidos y, al contrario, son los únicos interesados en abrir sus universidades y compartir sus conocimientos sin tapujos.
Segundo, Asia es hoy en día la región con el crecimiento más dinámico del mundo y, por tanto, la que tendrá la capacidad, en apenas en unos años, de levantar la economía mundial. Sus líderes hablan ya del “Siglo Asiático”, haciendo un parangón con lo que antes fue el Siglo Británico en el XXI, y el Siglo Americano en el XX.
Tercero, el Siglo Asiático tiene implicaciones importantes para nosotros: los asiáticos dijeron textualmente que Asia se ve a sí misma como el centro de la creación de valor agregado y desarrollo tecnológico en el nuevo milenio y que ellos ven a América Latina como el natural proveedor de materias primas y provisiones alimenticias para acompañar ese desarrollo. El discurso es el mismo, solo que los actores son distintos: América Latina es una vez más el centro de provisión primaria y muchos están contentos con ello. Una vez más, la historia se repite. Y una vez más, vemos al Asia felices como el mercado que remplazará a los adormecidos europeos y norteamericanos, sin siquiera preguntarnos ¿por qué no somos nosotros la región dinámica y productora de valor agregado? ¿por qué–una vez más- son otros los productores de valor agregado?
La verdad, es que no es culpa del Asia, ni siquiera de China. Ellos están haciendo lo que otros hicieron antes. Es América Latina la que negocia mal con Asia, acepta inversiones sin transferencia de tecnología y –en el caso de China- acepta incluso importar mano de obra china. América Latina sigue sin encontrar su camino para generar valor agregado, es decir bienes manufacturados, aun cuando este podría ser el camino para romper con la exclusión y la pobreza: definitivamente el eslabón perdido es la industria, capaz de crear muchos más empleos y de mejor calidad que lo que nunca podrán lograr los pozos petroleros, las minas, los servicios o los campos agrícolas. Nadie dice que no exportemos bienes primarios y con mejor tecnología y valor, pero mientras no aprendamos a transformar, a generar productos manufacturados de primera línea, con ciencia y tecnología propia, seguiremos esperando sin suerte que algún día llegue el Siglo Latinoamericano.