En la fotografía se puede apreciar el nombre del almacén: Hong Kong. Y un subtítulo: Atendemos de domingo a domingo. Bueno, atendían. Era la casa de un matrimonio chino que se había adecuado para vender artículos importados.
El matrimonio fue salvajemente atacado por ladrones en Carcelén. Los dos murieron, los vecinos quedaron aterrorizados; la Policía, sin respuesta inmediata y en la sociedad, una sensación de indefensión.
La delincuencia y todas sus secuelas no son un tema nuevo, pero se ha agudizado en los últimos meses. Se percibe que vivimos un estado de zozobra, lo cual se confirma con las estadísticas.
¿En qué pensaban los legisladores cuando decidieron ablandar las sanciones de los delitos? Algunos creen que a la delincuencia se la combate con sociología o con teoría y los resultados los estamos cosechando recién ahora.
¿Y se acuerdan del funcionario que dijo que el tema de la inseguridad no era más que una percepción? Nadie siente hambre después de comer bien, nadie se siente inseguro si viaja rodeado de una aparatosa comitiva de seguridad.
La estadística no es definitiva, pero sirve para comparar. Basada en el INEC y en el Plan de Seguridad Ciudadana, la Fundación Ethos indica que la tasa de homicidios en nuestro país era de 17,8 por cada 100 000 habitantes en el 2006; en el 2009 subió a 18,7 por cada 100 000.
En México, un país asolado por el sicariato, la tasa es de 14%, en tanto que el promedio mundial, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), es de 8% por cada 100 000 habitantes.
Otra muestra, atribuida al mismo Plan de Seguridad Ciudadana, apunta que el robo a personas se incrementó de 11 427 en el 2006, a 14 221 el año pasado. Este guarismo parece estar directamente relacionado a varias acciones como, por ejemplo, la liberación de presos sin sentencia, el absurdo dos por uno, es decir, salir de la cárcel apenas se cumpla la mitad de la sentencia.
Eso no es todo. Lo que en principio parecía una especie de desagravio a la delincuencia, se transformó con el tiempo en algo mucho más fuerte, más organizado y más violento.
Y devino algo mucho más grave y cruel: el sicariato, del latín ‘sicarius’, un hombre-daga, de acuerdo con el origen de la palabra, que mataba por sueldo o por encargo. La sica era un puñal o daga que se escondía en los pliegues de una capa para matar por sorpresa.
El inicio del sicariato se remonta a por lo menos un siglo anterior a la era cristiana. Los ‘sicarius’ de ahora son más sofisticados, usan métodos de inteligencia militar, reciben sus pagos mediante transacciones electrónicas que resultan invisibles.
¿Y ahora, señores legisladores, cómo van a hacer para cambiar urgentemente algunos códigos para sancionar con más vehemencia este tipo de crímenes?