Bajo este título, Lolo Echeverría, el sábado escribió un lúcido artículo sobre la próxima legislatura. Basado en su amplia experiencia y conocimiento de la realidad nacional describió el escenario. Se trata de un análisis del cual es difícil no estar de acuerdo, pues viene de un ensayista que maneja con solvencia el enlace entre la lógica y los hechos que se producen o se perciben próximos. Sin embargo, hay una discrepancia que debe anotarse sobre el pesimismo o determinismo respecto a las bancadas no oficialistas en la Asamblea Nacional. Su diagnóstico es negativo, pues se siente abrumado de la conjunción que anotó Luis Verdesoto en una entrevista en Ecuavisa: histórico caudillismo con posibilidades ‘ad infinitum’ de reelección y con gigantescos recursos; proceso electoral signado por el método de D’ Hondt para circunscripciones pequeñas, distritos o provincias, y dispersión de opciones provocada por líderes de movimientos pequeños o nacientes que no aspiran al ejercicio político cotidiano, sino exclusivamente a captar la Presidencia de la República, por ego o estulticia. Si se suman ambos criterios la conclusión de Echeverría es inapelable; sin embargo, hay un matiz que aras de la utopía no debe descartarse.
En nuestros anales hay ejemplos de valentía, osadía y truculencia de minorías parlamentarias que hicieron historia desde su pequeñez. Los velasquistas durante el gobierno de Ponce Enríquez; los demócratas populares frente al abrumador poderío de ‘los patriarcas de la componenda’; los que derrocaron a Averrores Bucaram de la presidencia del Congreso y quizás otros casos más. En el campo externo, la derecha chilena, cuasi hereditaria de Pinochet, soportó cuatro gobiernos de la Concertación y hoy está en el poder ejecutivo con Sebastián Piñera.
Por eso, contrariando a Lolo, una minoría que representa a casi la mitad del electorado, si se omite el maquiavélico método D’Hondt, puede hacer algo o mucho. Primero, reivindicar a la República como forma de gobierno según lo manda la Constitución; por tanto, división de poderes, alternabilidad en la gestión y responsabilidad directa al pueblo. Luego afinar, con tacto e inteligencia, coincidencias con una mayoría que se inicia como Polifemo después de la travesura que le hizo Ulises. Finalmente, transmitir el contenido de los debates hasta convertirlos en polémica nacional. Caso contrario, estarán inertes ante el Código de Ética de AP: “Aquí se vota y no se discute”.
Todo les puede venir como una reforma de la Constitución, eliminación de la inmunidad y cualquier otra argucia de un Régimen autoritario que como cualquiera otro, mientras está en la cima, no tiene límites. De toda manera hay que recordar -respecto a un poder al parecer absoluto- que no fue la belleza de Blancanieves la que derrotó a la Bruja sino un malicioso espejo que no renunció a la imagen que reflejaba.