I.- El Discurso: En su casa de Olón, una vez conocidos oficialmente los resultados de las elecciones, el presidente en funciones y a su vez presidente electo, dio un corto, pero sentido mensaje a la ciudadanía, cuyo norte principal fue el agradecimiento, todo lo cual dado con tranquilidad y enmarcado en un lenguaje de no confrontación, demostrando sensatez, humildad y madurez.
II.- La unión: Poco después, sobre la arena política nacional, saltó la idea de la unión, es decir, generar un ambiente de diálogo y no confrontación en el país. Y, a partir de aquello, hubieron quienes sostuvieron que se debe generar una suerte de armisticio con el correísmo.
Sin duda, el presidente Noboa debe gobernar para los más de 17 millones de ecuatorianos, indistintamente que haya o no votado por él. De igual manera, el presidente debe procurar un ambiente de paz y de unión en la ciudadanía, así como generar resultados en su gestión, de tal suerte que, aquellos que votaron por Luisa, vean en Noboa y en la tendencia política que representa, una válida opción en razón de la solución de las problemáticas que acechan a dichos sectores, a fin de no estar cada cuatro años al filo del precipicio, con un país paralizado y con enorme incertidumbre. Por otro lado, es saludable que dentro de la Asamblea, en aras de la gobernabilidad, se den espacios de diálogo – transparentes y por encima de la mesa – entre las distintas bancadas, a fin de sumar esfuerzos por el país; así como tiene también mucho sentido, y el oficialismo lo tiene claro, que existe una línea roja que no se puede pasar, en el sentido de que, la impunidad No es negociable. Dicha línea roja, sin duda, alerta al correísmo para generar nuevas estrategias, como es costumbre en las sombras, ya sea para presionar, ganar espacios de poder y/o poner sus alfiles en puestos claves, a fin de lograr sus evidentes y tradicionales objetivos…
III.- ¿En aras de la unión, podemos confiarnos de la serpiente? Dentro de ese propósito de unión, la pregunta es ¿podemos confiar en el correísmo? Nótese que, cuando me refiero al correísmo, no generalizo, ya que existen entre sus miembros y simpatizantes personas correctas y quizás ingenuas que han sido embrujados por dicha corriente; y, por otro lado, hay socialistas serios como Gabriel Boric en Chile que representa un socialismo decente, que cree y practica la democracia y que por consiguiente no se ha prestado para avalar la dictadura de Maduro; o la de José Mujica en Uruguay, también decente y consistente entre lo que dice y hace, entre otros, incluidas personas en el Ecuador; tesis política de estos últimos que por cierto respeto, comprendo pero no comparto. En cambio, la serpiente socialista del siglo XXI, que por fortuna o por mala suerte, localmente solo tiene una cabeza, con semblante desagradable y agrio valga la digresión, no se le debe dar persecución sin razón, pero si ejercer justicia con todo el peso de la ley si existen sentencias condenatorias y por ende razones objetivas suficientes para aquello. Este tipo de socialismo que se lo ha asociado no solamente con sectores delictivos, sino también con modelos antidemocráticos como el cubano y venezolano, seguido del nicaragüense, los mismos que, tanto daño, pobreza y dolor han generado a millones de seres humanos en Latinoamérica, constituye un cáncer letal, en el que, si no se lo extirpa a tiempo, su metástasis se seguirá expandiendo y enraizando cada vez más hasta volverse irremediable. En ese orden de ideas, en aras de la unión, buscar la paz con la serpiente venenosa, solo significaría darle espacio para que respire y se recupere a fin de que afile sus colmillos escondida en su madriguera política de Puebla y antaño de Sao Paulo, y vuelva con más fuerza a atacar. No nos olvidemos que la serpiente, podrá cambiar de piel, pero nunca dejará de ser tal ni perderá su esencia, por ende, arrastrándose por el piso, intentará volver a fin de clavar en el Ecuador su mortal veneno. Siendo así, lo que cabe metafórica y políticamente hablando, es cortarle la cabeza a la venenosa serpiente.