Sepultar a la izquierda

El llamado socialismo del siglo XXI, que quizás contó en su origen con un puñado de idealistas pero que hoy aglutina en sus filas a unos cuantos tiranos y aspirantes a tales, y también a un considerable grupo de sindicados por la justicia, le ha hecho un flaco favor a la verdadera izquierda iberoamericana, esa izquierda romántica que se sentía a gusto en la oposición al poder, en la confrontación con las élites y en la reivindicación de la justicia social y la libertad como sus postulados esenciales.

Ahora de esa izquierda moderada ya no queda casi nada (y casi nadie), pues en el mejunje político del siglo XXI, dados los tiempos que vivieron nuestros países con las dictaduras militares y civiles, confluyeron unos y otros con sus propias convicciones, ambiciones y contradicciones en una suerte de frente común y cambio de tiempos, frente que se desintegró muy pronto y cambios que no se hicieron jamás o que se hicieron para peor y que, al final, solo dejaron como sobrevivientes justamente a los que renegaron siempre de la libertad y la justicia, pues les resultaba más conveniente desviarse hacia las trochas de la represión, el poder absoluto y la impunidad antes que someterse a la incómoda camisa de fuerza de la democracia y la separación de poderes.

Así, los autodenominados socialistas del siglo XXI sepultaron a la izquierda de la vieja guardia usurpando sus lemas, apropiándose de sus discursos y enmascarándose frente a sus coidearios como herederos de una tendencia ideológica que ha ido perdiendo espacio en la Iberoamérica contemporánea precisamente por su fusión (y confusión) con el latrocinio, la tiranía, la persecución política, los narcogobiernos, la supresión de libertades y muchos otros vicios que describen bien a sus principales referentes regionales.

Queda la sensación de que ha pasado demasiado tiempo desde que esas figuras icónicas de la izquierda auténticamente democrática surgieron en el panorama político iberoamericano, y disputaron y accedieron a los espacios de poder frente a la derecha tradicional sin abandonar sus principios ideológicos básicos: Felipe González en España, Rodrigo Borja en Ecuador o Tabaré Vásquez en Uruguay, entre los más representativos.

Bajo tales premisas, el presente de la izquierda en estos territorios aún es espeluznante. Por un lado fungen de líderes los tiranos de larga data que cargan sobre sus hombros miles de muertos y perseguidos, millones de desplazados y otro tanto de hambrientos que aún buscan a diario la forma de escapar de sus garras, y, por otro, surgen los nuevos caudillos, aspirantes a dictadores dispuestos a lamer las botas y posiblemente también otros recónditos espacios de sus líderes, con tal de convertirse en fieles sucesores, cómplices y encubridores de sus fechorías. La consigna del socialismo del siglo XXI de sepultar a la izquierda para convertirse en “La Izquierda”, es sin duda el mayor riesgo democrático que vive el presente y futuro de la región.

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