Hasta la llegada de Correa al poder, la denominada izquierda, el movimiento indígena y todos aquellos que se oponían a la derecha, representaban una esperanza, un horizonte, una expectativa.
La juventud siempre fue signo de rebeldía, de cambio, de pasión, pero tras el fracaso de Correa, los jóvenes ya no tienen referentes ni guías. Noboaganó por ser el mal menor o por no tener que votar por Correa. Los jóvenes desilusionados por los llamados “revolucionarios” optaron por el pragmatismo, por un joven rico que quizás pueda hacer algo diferente a los viejos fracasados.
Los jóvenes y la gran mayoría de la población ya no votan por ideologías. Si las ideologías existen, poco importan a la mayoría de la gente. El progresismo no es muy diferente de la derecha, es el lado izquierdo de la derecha.
Algunas izquierdas han luchado contra el correísmo, pero terminaron votando por él, y no optaron por el voto nulo porque Noboa es de derecha. Eso se llama fundamentalismo.
Lo peor que le pudo pasar a la izquierda fue la aparición de Correa, que hizo colapsar este camino. Quienes desafían al sistema estatuido, sólo tendrán opción cuando el correísmo esté sepultado.
Todo esto implica recrear nuevos paradigmas, nuevos caminos, nuevos horizontes, que no pueden ser los viejos esquemas del marxismo-leninismo. En particular para el movimiento indígena. Iza llamó a votar contra la derecha, y en las provincias con mayoría indígena, Noboa ganó por amplio margen.
El camino de la violencia no tiene cabida. Con tanta violencia criminal y económica, pretender que la violencia física y conceptual sea una opción es un grave error. Lo peor que le pudo pasar al movimiento indígena es Iza. Del “voto nulo ideológico”, se ha vuelto “ni correísta ni anticorreísta”. ¿Qué será mañana?
Todo esto debería llamar a una profunda reflexión por parte de cada uno de los grupos, que a fin de cuentas son sectas, cada uno por su lado y encerrados en sus credos. Si no se renuevan, no pasará nada.