Con motivo del bicentenario del nacimiento de uno de los más grandes compositores operísticos de la humanidad, el alemán Richard Wagner (1813-1883), se desataron muchísimas ideas y debates sobre su personalidad y su genialidad, su grandeza, pero sobre todo de sus defectos.
En su país natal el bicentenario se ha vivido con intensidad, especialmente mediante presentaciones de gran parte de su repertorio operístico. Sin embargo, la polémica no ha estado ajena, especialmente por el recuerdo de su oscura personalidad dominada por la soberbia, la arrogancia y la intolerancia que, a mi juicio, no restan para nada todo su talento y su inteligencia a la hora de crear los mayores dramas musicales de todos los tiempos.
Quizá lo más grave en la vida de este compositor, como lo recordó muy bien el escritor Alfonso Reece en un artículo publicado en El Universo, fue su militancia ultranacionalista y su conocido antisemitismo que, 50 años después de su muerte fue aprovechado por Hitler para aplastar, con escalofriante esquizofrenia, a los judíos que vivían en Europa, especialmente los que habitaban en Alemania.
En materia ideológica, lo que se ha dicho muy poco es que Wagner era un enemigo a ultranza de la burocracia conservadora y que por eso optó por militar en el Partido Revolucionario y participar en el levantamiento de Dresde, luego de lo cual tuvo que esconderse y exiliarse, pero sin dejar de aprovechar el tiempo para escribir el Oro del Rin y la Valquiria, esta última quizá una de las más conocidas.
Como lo dejara señalado Alfonso Reece, autor de ‘El Numerario’ (1996) y ‘Morga’ (2007), “Hay evidencia de que Hitler fue influido por (la obra de) Wagner probablemente más que por filósofos, escritores y otros artistas”. Grave, la partitura de este genio de la música era interpretada durante muchos actos políticos fascistas. El mal gusto de repetir melodías hasta el cansancio, y a veces sin permiso, se remonta a muchos años atrás.
Todo lo que se ha dicho de Wagner es cierto, pero el uso ideológico y propagandístico, los fetiches que siempre se han creado en torno a partidos dominantes están presentes en la historia, incluso en la contemporánea. Alguna vez escuché el absurdo de cuestionar al gran director Gustavo Dudamel por haber dirigido a la Sinfónica Juvenil Simón Bolívar, creada por el partido único de Chávez.
Lo importante es separar lo ideológico de lo talentoso. Así cómo Dudamel tocó muchas veces para Chávez, Karajan lo hizo para Hitler y para muchos ese director fue uno de los más grandes músicos del siglo XX.
Felizmente en Alemania los homenajes a Richard Wagner fueron apoteósicos, justos, no hubo tiempo para los cuestionamientos politiqueros, a nadie se le ocurrió usar ese nombre tan sagrado para la música en nada que no sea destacar y recordar la importancia que tuvo para el arte y la cultura el más prolífico compositor de óperas.