El sábado 7 de septiembre -según las versiones de los medios- el presidente Correa, como siempre, tocó muchos temas.
Realizó una extensa explicación sobre las becas para el exterior otorgadas en su gobierno y la nueva política a seguirse a fin que aquellas no sean para hijos de familias pudientes, quienes deben pagar sus estudios.
En educación, una sociedad avanza no solo porque haya oportunidades para profesionales de élite intelectual, sino que también el término medio mejore y ahí hay muchísimo que trabajar, en todos los niveles educativos.
Señaló el Presidente que del universo de 100% de becas, el 90% debe ser para las ciencias de la salud y las exactas y técnicas, y solo el 10% para cultura, ciencias sociales y humanísticas. Pienso que no debe haber rigideces porcentuales, siempre debe estar de por medio la universalidad de la cultura y del conocimiento y el fortalecimiento del pensamiento que además debe ser crítico.
Lo penoso es que, en varios temas, el Presidente acostumbra hablar en tono y actitud de confrontación y descalificación; y, en esto, debo referirme a tres pasajes.
Sobre el cantautor Jaime Guevara, más que “rectificación” de lo expresado en sabatina anterior, respecto a las condiciones en que habría estado este el momento del incidente que protagonizaron el 29 de agosto, lo que hubo fue una sustitución de agravios, expresando, entre otras frases y palabras, “Si este tipo me hubiera hecho una yuca, una señal obscena delante de mi madre o de mi esposa, le hubiera dado tal patada en salva sea la parte, que se hubiera tenido que sentar de oreja el resto del año”. ¿Qué significa esto: que en esa circunstancia ese debe ser el castigo que imponga cualquier ciudadano a quien le falta el respeto? o ¿será que tal “patada” solo estará en la competencia privativa del Presidente? Y está la reiteración de la frase referente a sus contradictores “Veámoslos en la calle y rechacémoslos compañeros”. ¿Y cómo debe manifestarse ese rechazo?, ¿a insultos?, ¿a golpes?, ¿a palos? Y para quien por cerca de quince años fue una especie de tutor ideológico suyo, Alberto Acosta Espinoza, la tacha fue de “vende Patria”. ¿A quién Acosta quiere vender la Patria? En marzo de 2006, en entrevista en Vistazo, para el Presidente, él y Acosta eran lo mismo.
En los primeros meses de la Asamblea de Montecristi, 2007 – 2008, a todo accedió su presidente Alberto Acosta. Las ponencias, los discursos y los debates solo eran eso. Las versiones finales de los textos constitucionales debían ser autorizadas desde la Presidencia de la República. La Asamblea más que “constituyente” se convirtió en tramitadora. Y en junio de 2008, le instruyeron dar “un paso al costado” y se allanó.
Las contradicciones sobre la intervención en el Yasuní profundizan las diferencias entre los dos. ¿Y eso explicará lo de vende Patria?