Sensatez, al fin

El señor Quishpe, en declaraciones a este Diario (30-03) ha dado una lección de sensatez: sostiene que “es necesario que la participación electoral no se quede dentro del territorio del centro a las izquierdas” Y añade que conviene conversar con todos “hasta para saber cuáles son las diferencias de fondo”.

Esta es la posición a construirse en la actual circunstancia del país. No nos enfrentamos a un proceso electoral ordinario, en el que se compite para ganar puestos de elección popular. El proceso es mucho más de fondo, porque requiere un consenso para restablecer la institucionalidad democrática, para lo cual hay que desmontar la maquinaria estatal levantada por el correísmo para concentrar el poder y consolidar la autocracia. Y ello no podrá lograrse sin una revisión a fondo de la llamada Constitución de Montecristi, que ha sido el instrumento para que el régimen imponga sus objetivos, lo que requiere convocar a una Constituyente.

Sería necio afirmar que no hay diferencias entre izquierda y derecha, que responden a ideologías y a métodos distintos para dirigir a la sociedad. También es simplificar el argumentar que la antítesis izquierda/derecha no tiene alternativa, una tercera posición que se distancia de las extremas y que busca un encuentro en el centro, como lo que Bobbio llama socialismo liberal o la socialdemocracia de los países del norte de Europa.

La izquierda prioriza la igualdad, entendida en términos reales, sobre la libertad y la derecha va en la vía contraria. Sin embargo, pueden conciliarse liberalismo y socialismo manteniendo en el mismo nivel igualdad y libertad, para lograr sociedades más igualitarias sin sacrificar la libertad.

Octavio Paz escribía, con razón, que ha criticado al socialismo, pero que “al liberalismo le faltan muchas cosas, sin las cuales la vida no es digna de ser vivida”. Por manera que la meta es superar la díada, a través de la tercera vía, de la cual se excluyen por propia iniciativa o inercia los movimientos dogmáticos y extremistas, que no comulgan con los valores de la democracia, que deben ser los principales aglutinadores para cualquier entendimiento.

¿Cómo no puede haber acuerdo si la meta es alcanzar mejores condiciones materiales para la vida social - educación, salud, trabajo, vivienda, seguridad - dentro de un marco de división de poderes, respeto a los derechos y eficaz sistema de controles y contrapesos?

¿Cómo no coincidir en la urgencia de reducir el tamaño del Estado, con instituciones fuertes y reguladoras, pero no hinchadas y con ministerios inútiles que solo sirven para crear ocupación clientelar? ¿Cómo no aspirar al restablecimiento del Estado de Derecho, como fin superior que supere las diferencias?

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