Los ecuatorianos que se encuentran en un estado catatónico, no han logrado despertar en el ejercicio de su ciudadanía, libertando su palabra y sacudiéndose del mimetismo generado por su accionar. Preexisten a manera de haber remediado concluyentemente todos los maleficios de la llamada larga noche liberal.
Gran parte de los ecuatorianos se encuentra crispado y con conocimiento, por heterogéneas cualidades demostradas en el ejercicio del poder, si bien se reconocen cambios medulares, que han logrado una visión diferente en ciertos aspectos de cómo administrar un país, no ha quedado atrás la prepotencia, los insultos de parte a parte, la diatriba, el clientelismo, sus fisgoneos, corrupción en algunos casos y cierta manera de hacer política enrumbada y criticada anteriormente por usted.
Muchos ecuatorianos se sienten lastimados, pisoteados, burlados, subestimados y tratados de la peor manera en las gubernamentales “sabatinas”, que aparte de informar, están dividiendo al país, por el solo hecho de disentir con su potestad. El resuene reguero de periodistas de canales incautados no genera devociones, señor Presidente. Crea aborrecimientos.
Los reclamos pasivos, justos, lícitos, amparados por las leyes y la Constitución de la República, deberían ser consensuados y escuchados a través del diálogo y así construir una sociedad con equilibrio, sin enfrentamientos y sin influencias concentradas para un solo sector. Quienes rezongan aspiran que se corrijan errores por el bienestar mutual y un convivir de armonía y fraternidad. Está en sus manos señor Presidente.