La sociedad ecuatoriana no tiene futuro si en lugar de volverse madura e independiente, sigue creando figuras que agravan la condición casi clánica entre la que se desenvuelve la vida: aquí en estas tierras inhóspitas sigue uno jugándose la vida y el porvenir siendo garante de un amigo o pariente de un irresponsable.
Escribo esto porque me cansé de meses y meses en los que no ha habido una sola semana sin reportajes de prensa sobre las abuelitas que tienen que vender lo poco que tiene o que casi van a la cárcel por un nieto que no pasa las pensiones debidas a sus hijos. Cuñados, hermanos, hermanas pasan por lo mismo, pero sin tanta prensa y todo esto, sin que la señora Betty Amores –ingeniosa autora de la reforma legal- diga nada. La reforma simplemente amparó al irresponsable, sin arreglar el problema de fondo. Pero lo más grave es que esta reforma está mal por principio: el Estado no puede delegar a una tercera familia, la responsabilidad generada por otra familia, así como no puede delegar la responsabilidad de un individuo a un segundo, por más hermano o familiar que sea. La familia es nuclear y por tanto la responsabilidad debe serlo, sólo esa particular inclinación andina a vivir en clanes lo que hace que asambleístas como la señora Amores vean cosas que no son, pues en lugar de una madre que sufre, pasan a ser dos o tres. Me pregunto qué tiene que ver una abuelita en la irresponsabilidad de un hijo o, peor aún, de un nieto. La pedagogía que ha creado esta ley es bastante perversa, porque enseña a la sociedad que “no importa lo que yo haga, el Estado siempre buscará un chivo expiatorio para mis faltas”. ¿Por qué no se habla de prevención natal temprana, digamos a los 13 y 14 años? ¿Por qué no se habla de control de la natalidad en este Gobierno? ¿Por qué no se dice –por ejemplo- que los índices de embarazo adolescente en el Ecuador son verdaderamente oprobiosos y más aún en los quintiles pobres de la población?
Con adolescentes a la deriva, sin posibilidades de estudio y trabajo, simplemente se hipoteca la posibilidad de sacarlos estructuralmente de la pobreza. Sus padres, o abuelos, teniendo que sacar adelante ya no sólo a sus hijos sino a sus nietos no deseados también cierran el círculo perverso de pobreza, de exclusión y de bajo nivel salarial y de ahorro. El Gobierno y sus asambleístas necesitan políticas públicas mejor pensadas para evitar que madres queden en el abandono y familias se hundan en la pobreza y, a veces, sin pensarlo siquiera. Endilgar la culpa a terceros es la mejor prueba de la ausencia de un Estado de derecho y de esa tendencia nociva de siempre endilgar culpas a terceros, nunca a uno mismo, como la vieja figura de los garantes que daña perversamente los entornos familiares y sociales ecuatorianos, sin que nadie diga nada. Por supuesto esto no pasa en otras partes del mundo, son nuestras señas particulares.