El Gobierno enfrenta varios frentes sensibles, que ponen a prueba su capacidad de reacción en tiempos de crisis.
El más delicado, por toda la información disponible, es el del volcán Cotopaxi. Precisamente, el martes en Latacunga el presidente Rafael Correa se mostró muy preocupado, luego de los informes que las autoridades locales le presentaron, con las graves repercusiones que una posible erupción del nevado pude ocasionar en la provincia y en otras zonas aledañas de influencia.
Los informes técnicos de las autoridades insisten en la necesidad de poner en marcha planes preventivos, lo cual requiere intervenciones oportunas de todos los sectores involucrados. Y sobre todo, un trabajo coordinado a diferentes niveles.
Otro frente sensible es el económico, que por la caída de los precios del petróleo y la apreciación del dólar ha obligado al Régimen a revisar todas sus previsiones de gastos, lo que implicará la reducción del aparato burocrático, que anualmente requiere USD 9 500 millones para el pago de salarios del sector público. Los recortes, nadie lo duda, son indispensables, sobre todo cuando no existen fondos de ahorro, lo cual es defendido ciegamente por el oficialismo como una estrategia sostenida de inversión.
Las fusiones implicarán despidos y eso tiene un costo político, que le pasará la factura al Régimen, en medio de un ambiente cada vez más crispado por las constantes protestas de grupos sociales de oposición.
Hasta el momento, el llamado al diálogo no ha surtido los efectos deseados (aplacar las protestas), pues los invitados suelen ser sectores afines al Gobierno, no sus contradictores, que tampoco se han mostrado abiertos a construir consensos.
Este escenario se vuelve más turbulento por las señales de intolerancia y descalificación que siguen enviando funcionarios gubernamentales. Un flaco favor para sumar aliados en tiempos difíciles, que requieren una visión estratégica de largo aliento.